martes, 1 de abril de 2003

SITUACION DE LA CLASE TRABAJADORA NACIONAL DURANTE EL PROCESO POLÍTICO 1990 – 2002

En el presente trabajo nos proponemos demostrar cómo se acentuó la pobreza dentro de la clase trabajadora y cómo se precarizaron sus derechos durante los gobiernos de Carlos Menem, Fernando De La Rúa y Eduardo Duhalde (período 1990 – 2002). Consideramos que el proceso que comienza con el gobierno de Néstor Kirchner debe ser estudio de un nuevo trabajo.

Una clase trabajadora que cada vez es mayor en número pero que, por el momento, no participa de las decisiones políticas. Intentamos, asimismo, buscar el apoyo teórico en las bases más sólidas del pensamiento científico, cuya objetividad en los distintos análisis emerge de la concepción materialista de la historia.

Pretendemos comprender la lógica de los procesos sociales, sujetos a leyes generales, para ubicarnos en los mismos y saber actuar como hombres concientes en pos del cambio que el futuro demanda.


INTRODUCCIÓN


“En la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia. Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica, se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian esas revoluciones, hay que distinguir siempre entre los cambios materiales ocurridos en las condiciones económicas de producción y que pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas; en una palabra, las formas ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo. Y del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa de sí, no podemos juzgar tampoco a estas épocas de revolución por su conciencia, sino que, por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción”.[1]

El modelo económico y político del capitalismo llamado benefactor apareció en escena en la década de los años 30, impulsado por Roosevelt con su New Deal, en Estados Unidos. Pero fue después de la finalización de la Segunda Guerra Mundial que se extendió por todo el mundo. Una de las características del benefactorismo era la intromisión del Estado en las relaciones obrero – patronales, haciendo concesiones económicas a los trabajadores, intentando amortiguar la lucha de clases.

Durante aproximadamente cuatro décadas, el welfare state, que se apoyaba en la teoría económica de Keynes, coincidió, en términos generales, con un ascenso sostenido del sistema hasta la llamada crisis del petróleo de 1973. A partir de mediados de los años ´70 comenzó su declinación y fue reemplazado por un nuevo modelo del sistema capitalista, el llamado neoliberalismo.

El nuevo modelo fue implantado por Thatcher y Reagan en el Reino Unido de Gran Bretaña y Estados Unidos de América, respectivamente. Basado en la doctrina económica, cuyo principal referente era Milton Friedman, el neoliberalismo, se caracterizó, en el área de las relaciones del trabajo, por virar diametralmente la orientación del benefactorismo. Concretamente, el nuevo modelo comenzó a desmantelar el aparato jurídico protectorio de los asalariados en sus relaciones con el capital.

Nuestro país no fue ajeno a este proceso. La extranjerización de la economía tomó impulso a partir de 1955, durante los gobiernos de facto de Lonardi y Aramburu. Esto, paulatinamente, se fue profundizando, con picos como los que se produjeron durante el gobierno militar de Onganía, donde empresas como las tabacaleras, por ejemplo, pasaban a capitales estadounidenses.

La última dictadura militar cercenó muchos de los derechos de los trabajadores; sin embargo, el proceso se acentuó notoriamente impulsado por el gobierno menemista, particularmente a partir de 1991. Este avance del neoliberalismo en la última década del siglo XX se hizo por oleadas, es decir que se implantaban, en un momento dado, una serie de normas, para luego avanzar sobre las mismas, tiempo después.

El proceso actual, a diferencia de la hiperinflación del año 1989, donde la brecha de ingresos fue coyuntural y se redujo fuertemente apenas se estabilizó la economía, obedece a factores estructurales: ¿Por qué se profundizó la diferencia en la última década?


*Dos ciclos de 25 años de la economía Argentina: 1949 - 1974 - 1999



A partir de la crisis de 1930, la Argentina fue obligada a cerrar su economía y a crear nuevas fuentes productivas, donde la industria ocupó un rol principal. Ese largo ciclo, "capitalismo de producción", terminó hacia 1975 y fue seguido por otro que, contrastando con este, se caracterizaría por el desmantelamiento de la industria nacional: el capitalismo neoliberal.

Mientras el ingreso per cápita alcanzó el 48% en el primer ciclo(1949-1974), apenas subió el 9% en el segundo (1974-1999). La diferencia se amplía si consideramos que además de cuantitativa es cualitativa. Los beneficios que la clase asalariada fue obteniendo a partir de 1949, fueron decayendo a partir de 1955 donde empieza a vislumbrarse un nuevo modelo, se deja de lado la producción nacional, para dar paso a la extranjerización de la misma. Este proceso se acentúa a partir de 1974, donde se destaca el crecimiento vertiginoso del desempleo y la pobreza, para llegar a su punto máximo en la década del 90. Hoy en día, la brecha entre la clase más rica y la más pobre es la mayor de la historia.



En el período 1949 - 1974 la industria multiplicó su valor agregado en más de tres veces y se ubicó como el motor de la economía, siendo a su vez la principal fuente de empleo y riqueza del país. La implementación del modelo neoliberal a mediados de la década del 70', produce un cambio radical. Un crecimiento de apenas el 10% en 25 años (0,4 anual) es lo que arrojan las estadísticas oficiales respecto de la industria nacional.

El avance de la industria y de las actividades productivas en general, en el primer período analizado, generó una demanda sostenida de trabajo que redujo a un mínimo las cifras de desempleo (nunca superaron el 6%). Huelga mencionar los índices de desocupación que venimos sufriendo en forma creciente desde comienzos del segundo ciclo y las consecuencias nefastas que la misma acarrea: pobreza, indigencia, desnutrición. Las consecuencias del modelo merecen un estudio más acabado, por ello más adelante intentaremos, con datos oficiales, acercarnos a la realidad de las mismas.

Hubo quienes explicaron que los costos del cambio del modelo, además de ser coyunturales ("hay que pasar el invierno"), serían superados por el mayor ingreso futuro, derivado de un ritmo superior de crecimiento económico. Cabe afirmar que a un cuarto de siglo de la implementación del segundo modelo capitalista mencionado, los sufrimientos sociales fueron ya demasiado prolongados y que nada muestra que los mismos hayan servido para la prosperidad del país, si es que humanamente se puede esperar que el fin justifique, como medio, el sacrificio de una clase que, dicho sea de paso, siempre es la misma.

Los hechos indican lo que lógicamente se podía esperar del modelo neoliberal, siendo este una de las encarnaciones más puras y desenmascaradas de la naturaleza propia del sistema capitalista.



EL AUMENTO DE LA REGRESIVIDAD EN LA DISTRIBUCIÓN DEL INGRESO VA DE LA MANO DEL PROCESO DE CONCENTRACIÓN DE LA RIQUEZA



La creciente asimetría en la distribución del ingreso es, según muestra la tendencia, una consecuencia inevitable en el sistema capitalista; por ello, su erradicación se debe buscar en la extinción de las causas que le dieron origen. Si así no se procediere, en el mejor de los casos, se aplicarán, para intentar revertirla, algunos paliativos que aliviarán por unos días la situación de unos pocos. En el peor, las medidas asistenciales provocan un doble efecto: por un lado, transforman la desesperación popular en materia prima electoral para perpetrar este estado de cosas; por otro, consolidan la depreciación del ingreso, al bajar el piso salarial.

El modelo neoliberal, en nuestro país, fue implementado por la dictadura militar. Si bien pensamos que la génesis se encuentra, en forma incipiente, en las medidas económicas tomadas a partir del año 1955, y aún antes, en virtud a la importancia que ésta cuestión supone, dejaremos para otra oportunidad el análisis que la misma amerita. Los gobiernos democráticos que se sucedieron desde 1983 a la actualidad, aplicaron distintas recetas pero un mismo modelo: el neoliberal.

Todos han hecho su aporte al empobrecimiento popular, que se refleja en un dato irrefutable. En 1974, el 10 por ciento más pobre de la población percibía un 2,3 por ciento del ingreso nacional. En el 2003, esa participación se redujo al 1,1 por ciento. El sociólogo Artemio López, calculó qué magnitudes económicas implica esa transferencia de ingresos desde la base hacia la cúpula de la pirámide socioeconómica del país. El análisis se ceñirá al denominado Gran Buenos Aires (partidos del conurbano de la Provincia de Buenos Aires). Se trata del aglomerado urbano más importante del país, que representa al 36 por ciento de la población total argentina y el 50 por ciento del ingreso total del país.

El cuadro 1 muestra cómo decayó la participación del ingreso de los más pobres en comparación con los más ricos, y la brecha de ingresos existente entre ambos en cada cambio de gobierno desde 1974. Durante la dictadura militar y el gobierno de Alfonsín, la participación de los sectores de menores ingresos se mantuvo, y el incremento de ingresos del vértice de la pirámide ocurrió a expensas de los sectores medios, con lo cual la brecha entre los dos extremos mostró un crecimiento moderado, de 12 a 15 veces. Fue durante los gobiernos de Menem donde esta brecha cobró dimensiones escandalosas. Al concluir su primera presidencia la participación de los más desfavorecidos había caído del 2,3 al 1,7 por ciento, y la brecha con los más ricos se había ampliado 22 veces. La segunda presidencia, con el equipo económico ultraliberal del CEMA, profundizó esa tendencia. El ingreso de los más pobres siguió cayendo y la brecha volvió a crecer.

Ya en el gobierno de la Alianza y de Duhalde estos males se siguieron agravando. En Mayo de 2002 la participación del decil más pobre apenas llegaba al 1,1 por ciento del ingreso y la del decil más rico había vuelto a crecer al 37,6 por ciento, con una brecha de más de 34 veces, entre ambos. Comparada con las 12 veces de diferencia en 1974, esa brecha creció nada menos que un 178 por ciento. A lo largo de un cuarto de siglo, el decil más rico es el único cuya participación creció.



Participación del ingreso de la base y cima de la pirámide. Brecha de ingresos años 1974 - 2002. Gran Buenos Aires




Año Los más pobres Primer decil Los más favorecidos Décimo decil
Brecha de ingresos
entre ambos (veces)

1974

muere Perón


2,3


28,2


12,3

1984

Termina la dictadura


2,3


34,6


15,0

1990

La hiper acaba con Alfonsín. Llegan Menem y Duhalde


2,3


35,3


15,3

1995

La reelección: Menem y Ruckauf


1,7


37,3


21,9



1999






1,5




36,1




24,1

2000

La alianza

UCR – Frepaso


1,4


36,6


26,1

2001

Duhalde


1,3


37,3


28,7

2002


1,1


37,6


34,2



Fuente: Horacio Verbitsky y Consultora Equis basándose en datos EPH onda octubre/02 y el INDEC.



Nos permitimos traer algunos pasajes de las obras que sustentan, teóricamente, lo que aquí nos atañe (el subrayado es nuestro):

“...Nuestra época, la época de la burguesía, se distingue, sin embargo, por haber simplificado las contradicciones de clase. Toda la sociedad va dividiéndose, cada vez más, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases, que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado.

La burguesía suprime cada vez más el fraccionamiento de los medios de producción, de la propiedad y de la población. Ha aglomerado la población, centralizado los medios de producción y concentrado la propiedad en manos de unos pocos. La condición esencial de la existencia y de la dominación de la clase burguesa es la acumulación de la riqueza en manos de particulares, la formación y el acrecentamiento del capital”. [2]

"La acumulación es una ley de la producción capitalista, ley que obedece a las constantes revoluciones operadas en los propios métodos de producción, la depreciación constante del capital existente que suponen la lucha general de la concurrencia y la necesidad de perfeccionar la producción y extender su escala, simplemente como medio de conservación y so pena de perecer. El mercado tiene, por tanto, que extenderse constantemente, de modo que sus conexiones y las condiciones que lo regulan van adquiriendo cada vez más la forma de una ley natural independiente de la voluntad de los productores, cada vez más incontrolable". [3]

"La característica del capitalismo "moderno" la constituyen aquellos procesos de concentración que se manifiestan, por una parte, en la "abolición de la libre competencia" mediante la formación de cartels y trusts, por otra, en una relación cada vez más estrecha entre el capital bancario y el industrial. Esta relación, precisamente, es la causa de que el capital [...] tome la forma de capital financiero, que constituye su manifestación más abstracta y suprema [...]".[4]

La brecha entre los que más ganan y los que reciben menores ingresos es la mas alta de la historia.

El proceso que se da durante el período 1999 - 2003, a diferencia de la hiperinflación del año 1989, en donde la brecha de ingresos fue coyuntural y se redujo fuertemente apenas se estabilizó la economía, obedece a factores estructurales.



¿QUÉ ENTENDEMOS POR TRABAJADOR?

Carlos Marx ha demostrado que los cambios sociales, a lo largo de la historia, han sido producidos por una clase que dirige el proceso y que siempre es la que se encuentra desposeída de los medios de producción. Últimamente, doctrinas políticas que surgen reflotando ideas viejas, han puesto en duda, no sólo la existencia de la clase trabajadora como tal, sino que, al sostener esta inexistencia, ubican como clase que debe encabezar el cambio social a diversos sujetos. Unos sostienen que son los desocupados, otros, los marginales, otros, los campesinos. Pero lo que estas teorías no ven es que cada vez hay un mayor número de trabajadores. El trabajador, el obrero, no es sólo aquel que aparece vestido de overol. El trabajador es, al decir de Engels, “la persona que consigue sus medios de subsistencia exclusivamente de la venta de su trabajo, y no del rédito de algún capital; es la persona, cuya dicha y pena, vida y muerte y toda su existencia, depende de la demanda de trabajo, es decir, de los períodos de crisis y de prosperidad de los negocios, de las fluctuaciones de una competencia desenfrenada”.[5] Son las personas que se ven obligadas a alquilar su fuerza de trabajo para conseguir, en cambio, los medios de subsistencia necesarios para vivir.

Dentro de esta clase hay diferencias económicas y sociales, no es una clase heterogénea. Pero lo que la distingue como clase es que, para subsistir, todos utilizan la misma herramienta: la fuerza de su trabajo.


DISTINTAS CAUSAS DE LA DISTRIBUCIÓN DESIGUAL DEL INGRESO:

¿Por qué se profundizó la diferencia en la última década?

1) Desocupación

Un ejército cada vez más numeroso de desocupados presiona la baja de los salarios. Los datos del INDEC, en el ámbito nacional, establecen que la desocupación en octubre de 1994 fue de 11,5%, en el mismo mes de 1995 de 16,4%, en 1996 de 16,15%, en 1997 de 13,5%, en 1998 de 11,85%, en 1999 de 13,3%, en 2000 de 14, 65%. En octubre de 1974 el desempleo era del 5,3% y, si consideramos que había 10 millones de habitantes menos, podemos ver el crecimiento del ejército de reserva en nuestro país.

La mayoría de los nuevos trabajadores es de inferior calidad que los que fueron expulsados del sistema. También debemos considerar que una enorme cantidad de trabajadores independientes se quedó afuera del sistema productivo, por la desregulación y la apertura.

La desocupación regula el salario real, los cambios en el mercado laboral condicionan el ingreso de los trabajadores.

Durante varias décadas, luego de la Segunda Guerra Mundial, el salario real exhibió una tendencia a crecer, empujado por el auge económico y la escasa oferta excedente de mano de obra. Desde entonces, y durante varias décadas, la desocupación tendió a mantenerse en valores muy bajos, en torno al 4% a 6%; ello permitió que los trabajadores tuvieran una mayor posibilidad de negociación para sostener y mejorar sus salarios. La economía cerrada, la regulación estatal y el progreso productivo, contribuyeron a fortalecer ese fenómeno.



Evolución de la ocupación en los aglomerados urbanos
PERIODO TASA DE ACTIVIDAD TASA DE EMPLEO TASA DE DESOCUPACIÓN TASA DE SUBOCUPACIÓN
Octubre de 1991

39,5


37,1


6,0


7,9
Octubre de 1993 41,0 37,1

9,3


9,3
Octubre de 1994 40,8 35,8 12,2

10,4
Octubre de 1995 41,4 34,5

16,6


12,5
Octubre de 1997 42,3 36,5 13,7

13,1
Octubre de 1998 42,1 36,9 12,4 13,6
Octubre de 2001 42,2

34,5
18,3

10,7
Octubre de 2002 42,9 35,3 17,8 13,8

Fuente: Indec



*Variación de la tasa de ocupación-desocupación



a-Plan Jefes y Jefas y Empleo formal e informal.



Según difundió el INDEC en un desagregado de la Encuesta Permanente de Hogares que se realizó en Octubre del año 2002 en la Argentina, la mitad de los asalariados gana menos de 400 pesos por mes. Este dinero apenas alcanza para cubrir el 55% del costo de la canasta básica para una familia tipo. Los datos oficiales indican que junto con este bajo nivel de ingresos, aumenta el trabajo en negro, que alcanzó un nuevo récord: el 44% de las personas ocupadas no tienen aportes previsionales ni cargas sociales.

Si bien el nivel de ingresos se mantiene estable respecto de la medición de Octubre del año 2001, tras la devaluación y la inflación del 41% anual, esos 400 pesos se licuaron. En Octubre del 2001, la canasta básica rondaba los 500 pesos. Una familia tipo necesitaba, para adquirir esa misma canasta, 726 pesos.

A fines del 2002, el gobierno salió a anunciar que la desocupación había caído del 21,5% de mayo al 17,8%. Pero aquella vez, el mismo INDEC se ocupó de informar que, sin la existencia del Plan Jefas y Jefes de Hogar, el desempleo hubiera llegado a 21,7%, en una medición conservadora. El tema es que en los cómputos oficiales, los beneficiarios de los planes aparecen como ocupados, aunque trabajen apenas unas horas por semana. El plan Jefas y Jefes de Hogar contaba con 2 millones de beneficiarios que, mensualmente, recibían 150 pesos.

El INDEC apunta a los planes sociales como la principal causa de que subiera el empleo en negro y se licuaran los ingresos. Como los beneficiarios de estos planes no tienen cobertura social ni previsional, se computan como asalariados en negro.

Pero aunque produjeron una baja estadística del desempleo, lo que los subsidios no consiguieron, ni siquiera en los papeles, fue bajar la pobreza, que en el área de Capital y Gran Buenos Aires trepó al 54,3%, mientras la indigencia aumentó hasta el 24,7%.

Según el INDEC, “de los 2 millones de beneficiarios de este programa, sólo 798.000 personas cumplen alguna contraprestación laboral a cambio de los 150 pesos”[6].

Los ingresos de los asalariados se achicaron dos veces y medio más que lo que se redujo la actividad económica. Mientras en el 2002 el PBI caería el 11%, la masa salarial real disminuiría un 30%.

Así, la distribución del ingreso se hizo mucho más regresiva porque, si bien se achicó la "torta" afectando a todo el país, la porción que le corresponde a los trabajadores se redujo aún más.[7]



b-Debemos aclarar algunos conceptos y definiciones básicas para comprender los datos que nos brinda el INDEC:



Población económicamente activa: personas que tienen una ocupación o que sin tenerla la buscan activamente, o sea, la población ocupada más la población desocupada. Población ocupada: personas que tienen por lo menos una ocupación, es decir que en la semana de referencia ha trabajado como mínimo una hora en forma remunerada, o 15 horas sin remuneración en una actividad económica. Población desocupada: personas, que no teniendo ocupación, están buscando activamente trabajo. Esto corresponde a la desocupación abierta, por lo que no incluye otras formas de precariedad, tales como personas que realizan trabajos transitorios mientras buscan activamente una ocupación efectiva, o aquellas que trabajan jornadas involuntariamente por debajo de lo normal, los desocupados que han suspendido la búsqueda por falta de oportunidades visibles de empleo, los ocupados en puestos por debajo de la remuneración mínima o en puestos por debajo de su calificación, etc. Población subocupada visible: ocupados que trabajan menos de 35 horas semanales por causas involuntarias y están dispuestos a trabajar más horas. Población subocupada demandante: población subocupada (por causas involuntarias y dispuestos a trabajar más horas) que además busca activamente otra ocupación. Población subocupada demandante: población subocupada (por causas involuntarias y dispuestos a trabajar más horas) que no está en la búsqueda activa de otra ocupación. Población inactiva: no tiene trabajo ni lo busca activamente.

Cálculo de tasas: Tasa de actividad: calculada como porcentaje entre la población económicamente activa y la población total. Tasa de empleo: calculada como porcentaje entre la población ocupada y la población total. Tasa de desocupación: calculada como porcentaje entre la población desocupada y la económicamente activa. Tasa de subocupación horaria: calculada como porcentaje entre la población subocupada y la económicamente activa. Tasa de subocupación demandante: calculada como porcentaje entre la población de subocupados demandantes y la población económicamente activa. Tasa de subocupación no demandante: calculada como porcentaje entre la población de subocupados demandantes y la población económicamente activa.



Desocupados y subocupados en Argentina 1974-1991 (Onda mes de mayo).



Año Pob.Total P.E.A. Desocup Subocup. Total



1974 25.241.297 40,6 5,0 5,4 10,4

1975 25.695.640 40,0 3,5 5,3 8,8

1976 26.157.162 39,9 5,2 5,3 10,5

1977 26.629.009 38,8 3,9 4,1 8,0

1978 27.108.131 38,8 4,2 5,5 9,7

1979 27.596.281 38,2 2,6 3,9 6,5

1980 29.949.480 38,3 2,6 4,5 7,1

1981 28.340.773 38,5 4,2 5,0 9,2

1982 28.737.544 38,2 6,0 6,7 12,7

1983 29.139.869 37,4 5,5 5,9 11,4

1984 29.547.827 37,8 4,7 5,4 10,1

1985 29.961.497 37,9 6,3 7,5 13,8

1986 30.380.958 38,6 5,9 7,7 13,6

1987 30.806.291 39,5 6,0 8,2 14,2

1988 31.237.579 38,7 6,5 8,9 15,4

1989 31.674.905 40,2 8,1 8,6 16,7

1990 32.118.354 39,1 8,6 9,3 17,9

1991 32.608.687 39,5 6,9 8,6 15,5



Las mediciones de mayo de 1996 demuestran que el problema se mantiene. Del total de 28 conglomerados urbanos medidos, la desocupación alcanza el 17,1% y la subocupación un 12,6%, lo que hace un total del 29,7% con serios problemas laborales. La tasa de desempleo supera el 20% en varios centros urbanos importantes. Así por ejemplo: Santa Fe - Sto.Tomé (21,2%), Bahía Blanca (20,5%), partidos del conurbano (20,4%) y Mar del Plata-Batán (20,1%).[8]

A partir de 1993 ha crecido el porcentaje de personas por debajo de la línea de pobreza, elevándose el promedio anual, del total aglomerado del Gran Buenos Aires, de un 17,3%, en 1993, a un 23,6%, en 1995.



c-Porcentaje de la población por debajo de la línea de pobreza[9]



············Total aglomerado Gran Buenos Aires

············Año·················Promedio Anual

············1993····················17,3

············1994····················17,5

···········1995····················23,6



2)Destrucción del sistema laboral



Para finalizar con este proceso, que hoy en día se sigue profundizando, debemos mencionar la promulgación de la ley 25.250 (Reforma Legislación Laboral) que fue fuertemente cuestionada por varios aspectos. Durante el año 1999 el gobierno cambió de manos, pero no de políticas. Menem, y el partido justicialista, le dieron paso a De La Rúa y su gobierno de Alianza (UCR-FrePaSo). El FMI presionó para que se sancione la ley de reforma laboral, cosa que el gobierno cumplió obedientemente.

Los sindicatos, durante este proceso, dejan de ser funcionales al gobierno, no porque defiendan a los trabajadores, sino porque se les sacaba la “caja chica” que manejan los gremialistas. La CGT, después de 30 años, se desprende en tres centrales: la CGT oficial, que seguía trabajando en función del gobierno; la CGT rebelde (Movimiento de Trabajadores Argentinos), que contaba entre sus filas a los transportistas, fundamentales para la realización de huelgas; y la CTA (Central de Trabajadores Argentina) formada principalmente por los estatales de ATE y los educadores de CETERA.

La promulgación de esta ley produjo, entre otras cosa, la renuncia del vicepresidente, y presidente del Senado, Carlos Álvarez. También mostró a la sociedad la verdadera cara de la Alianza, la cual había asumido hacía tres meses con un discurso progresista.

También debemos mencionar la ley de Flexibilización Laboral (Ley 24.465) que introduce una nueva modalidad del contrato de trabajo, la modalidad especial de fomento del empleo (art.3), avanzando aún más sobre la desprotección de la L.24.013.

Todo esto no hubiera sido posible sin una dirigencia gremialista colaboracionista y entregadora. La vieja práctica sindical, según la cual era posible garantizar buenas condiciones de existencia a los obreros en los marcos del sistema capitalista, ya que éste se transformaba gradualmente, se halla en total bancarrota. Los cambios del sistema capitalista son cada vez más profundos y virulentos. Hoy, muchos de esos dirigentes se vuelven a camuflar, una vez más, dentro de nuevos proyectos políticos, pero siempre del mismo lado: contra los trabajadores.


a-Las Relaciones Laborales Individuales



Durante fines de 1991, en el gobierno de Carlos Menem, se inicia un ciclo en el cual se profundiza el desmantelamiento del Estado empresario. Las empresas estatales, en especial las de servicios públicos, comienzan a pasar a manos privadas, principalmente a manos del capital europeo. La precarización en los derechos de los trabajadores se encuentran directamente relacionada con este proceso de desmantelamiento.

La privatización de las empresas provocó una fuerte oleada de despidos; por otro lado, los asalariados seguían perdiendo poder adquisitivo, como lo demuestra el relevamiento del INDEC:[10]



Variación del salario real 1975/1993 Índice 1975=100



············Año·················Salario



············1975················100,0

············1976················ 66,4

············1977················ 51,3

············1978················ 53,9

············1979················ 57,7

············1980················ 66,3

············1981················ 61,9

············1982················ 53,6

············1983················ 63,6

············1984················ 76,5

············1985················ 68,8

············1986················ 64,1

············1987················ 58,7

············1988················ 59,6

············1989················ 54,5

············1990················ 49,3

············1991·················46,8

············1992················ 48,7

············1993················ 49,1



Dentro de este contexto se sancionan la Ley 24.013 (Ley de Empleo) y la Ley 24.028 (Ley de Accidentes de Trabajo). Las dos leyes fueron publicitadas como benefactoras para los trabajadores, y contaron, en el caso de la Ley de Empleo, con el apoyo de la CGT.



3)Cambio en el perfil productivo: de la Industria al Servicio.



El cambio del perfil productivo fue otra de las razones que contribuyó a una caída generalizada de salarios.

Hasta hace diez años la industria era el principal empleador nacional. Los salarios del sector industrial eran más altos porque remuneraban mano de obra calificada. Los que perdieron sus puestos en la industria se ocuparon mayoritariamente en el sector servicios, que paga sueldos más bajos.

Cantidad de empleados por sector de actividad Económica, agosto de 2002:



1. Servicios comunales, sociales y personales 1.508.832

2. Industria manufactureras 736.814

3. Comercio, Restaurantes y hoteles 653.978

4. Establ. Financ., seguros, inmobiliarios 461.744

5. Transporte, almacenamiento, comunicaciones 295.942

6. Agricultura, Caza, selvicultura y pesca 231.308

7. Construcción 123.128

8. Actividades no bien especificadas 112.146

9. Electricidad, gas y agua 55.025

10. Explotación de minas y canteras 20.361

Total 4.199.278

Fuente: Inarss, Serie de Estudios Especiales, noviembre de 2002



A enero del año 2003 la industria creció entre el 10 y 12% respecto a enero de 2002, que fue el peor de la década. Está al mismo nivel que 1999 y subió más, impulsada por la sustitución de importaciones que por la exportación.

Esta recuperación fue generada por las exportaciones, la sustitución de importaciones y un tenue crecimiento del mercado interno, que sube al compás del turismo.

La recuperación, sin embargo, no llega a los niveles del 97/98, cuando comenzó la recesión. Apenas supera el índice de enero de 99 (92,0), cuando la devaluación en Brasil marcó una fuerte desaceleración de la producción argentina.

Las importaciones cayeron 60% y las ventas al exterior repuntarán este año 10%.

El repunte de la producción industrial es consecuencia de dos procesos muy marcados, originados en el dólar caro: una mayor competitividad de los exportadores y la desaparición de mucha mercancía extranjera, lo que desencadenó un acelerado proceso de sustitución de importaciones. En la Secretaría de Industria identifican claramente a los sectores que hoy disfrutan del repunte. Son aquellos que, o bien antes de la devaluación sucumbían frente a mercadería importada o bien son proveedores de los complejos exportadores. Los rubros más activos serían: la industria metalmecánica, la petroquímica, la química básica, los complejos aceitero y molinero, las industrias de vidrio y el plástico, la producción de aluminio, la industria textil y la del calzado, entre otros.[11]

La economía argentina se achicó 11,1% durante el año 2002, tras la devaluación del peso, según informó el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC). En diciembre del mismo año, el Estimador Mensual de Actividad Económica que elabora el INDEC mostró una baja del 0,3% respecto de diciembre de 2001 y cayó 0,2% con relación a noviembre.

El subdirector de Cuentas Nacionales del INDEC, Federico Dorín, afirmó que la caída del 0,3% que se registró en diciembre coincide "con la baja que se produjo en la actividad manufacturera".



Cuadro de texto:

CONCLUSIÓN



“La distribución es la forma en la que el producto social global se reparte entre los diferentes miembros de la sociedad.

Del conjunto de bienes producidos por una sociedad capitalista, los capitalistas y terratenientes reciben una parte más grande que los obreros y empleados. Aquellos constituyen un pequeño grupo de individuos dentro de la sociedad: ¿ por qué entonces reciben una parte tan grande del producto social cuando son justamente ellos los que menos trabajan?, ¿se debe a que los capitalistas y terratenientes son más inteligentes, mejor dotados que los trabajadores?”.[12]

Carlos Marx nos ha demostrado que la distribución desigual depende fundamentalmente de la propiedad o no- propiedad que gozan los individuos de los medios de producción. Como los capitalistas son los propietarios de los medios de producción, pueden ellos apropiarse de la mayor parte de la producción. La lucha de los trabajadores por mejoras salariales significa un reclamo por una mejor distribución del producto social. Pero mientras la propiedad de los medios de producción esté en manos de un pequeño grupo de la sociedad, éste se opondrá a una distribución más justa, para hacer, en el mejor de los casos, pequeñas concesiones para calmar el reclamo de los trabajadores. Por lo tanto, una distribución del producto social depende de una previa distribución de los medios de producción. La historia nos ha demostrado, en reiteradas ocasiones, que esta distribución de los medios de producción sólo se puede dar a través de cambios sociales radicales, que pongan “patas para arriba” al sistema predominante.

Por otro lado queríamos hacer una mención a la situación internacional que estamos atravesando, partiendo de la siguiente afirmación: “para el sistema Capitalista es tan natural y legítimo hacer la guerra como la explotación de los trabajadores”. Las consecuencias de estas variantes del capitalismo seguirán siendo soportadas por la clase trabajadora. En el primero de los casos, no sólo por aquellos obreros que residen en el país vencido, sino por la totalidad de la clase trabajadora mundial, que en la actualidad se encuentra sometida directa o indirectamente al yugo del Imperialismo. Quizás lo dicho pueda traducirse, con ayuda de la aculturación que también el Imperialismo nos inculca, en una frase menos hiriente y por ello menos formadora de conciencia: “el fenómeno de la globalización hace que los sucesos ocurridos en un país, llámese crisis, influyan negativamente en cualquiera otra nación ubicada al otro lado del mundo”. Esto no sólo se da gracias a que los medios de comunicación reproducen las crisis en cualquier parte del mundo, sino fundamentalmente porque, por ejemplo, el Capitalismo que entra en crisis en los “Gigantes Asiáticos” (1990) es el mismo que luego colapsa en Méjico (1996), o más tarde en la Argentina (2001).

En nuestro país, como en todos los demás regidos por el sistema capitalista de producción, existe la división de la población en clases. La clase trabajadora o la no-propietaria de los medios de producción, tendrá que soportar una vez más, como lo decíamos anteriormente, las consecuencias económicas que se deriven de la invasión a Irak.

Estados Unidos ha gastado varios millones de dólares en esta "campaña por la libertad de Irak". Es lógico, entonces, pensar que, si durante los períodos de paz, Estados Unidos y los organismos de créditos internacionales se han encargado de presionar para que los gobiernos de los países deudores cumplan “honrando” la obligación contraída, lo harán más en la actualidad; teniendo en cuenta que Estados Unidos tuvo que librar una guerra para que su economía no se desmorone. En consecuencia, los países periféricos, como el nuestro, tendrán que soportar nuevamente dicha presión que se trasladará una vez más en forma de ajuste y represión hacia el pueblo.

Cuando esta clase tome conciencia de su condición, descubrirá a su enemigo, lo interiorizará como enemigo de clase y nada más bastará que se organice, para pasar a cumplir la tarea que el proceso histórico le tiene encomendada.

Cuando Federico Engels se preguntaba cómo debía ser la construcción de ese nuevo orden social sostenía que: ”Ante todo, la administración de la industria y de todas las ramas de la producción en general dejará de pertenecer a unos u otros individuos en competencia. En lugar de esto, las ramas de la producción pasarán a manos de toda la sociedad, es decir, serán administradas en beneficio de toda la sociedad, con arreglo a un plan general y con la participación de todos los miembros de la sociedad. Por tanto, el nuevo orden social suprimirá la competencia y la sustituirá con la asociación. En vista de que la dirección de la industria, al hallarse en manos de particulares, implica necesariamente la existencia de la propiedad privada y por cuanto la competencia no es otra cosa que ese modo de dirigir la industria, en el que la gobiernan propietarios privados, la propiedad privada va unida inseparablemente a la dirección individual de la industria y a la competencia. Así, la propiedad privada debe también ser suprimida y ocuparán su lugar el usufructo colectivo de todos los instrumentos de producción y el reparto de los productos de común acuerdo, lo que se llama la comunidad de bienes. La supresión de la propiedad privada es incluso la expresión más breve y más característica de esta transformación de todo el régimen social, que se ha hecho posible merced al progreso de la industria”.[13]

Es momento de pensar, con el conocimiento que la experiencia nos da, si nos merecemos que los que detentan el poder sigan experimentando, a costa de nuestras propias vidas y de las generaciones venideras, nuevas variantes o modelos de un mismo sistema cuyo objetivo único es enriquecer al capitalista a cualquier costo.



[1] Marx, Carlos. Prologo de la contribución a la crítica de la economía política, en la colección: V. I. Lenin, Marx, Engels y Marxismo.Ed.iciones en Lenguas extranjeras, Pekín, 1980, pág. 517.



[2] Marx, Carlos – Engels, Federíco, Manifiesto del Partido Comunista, Ed. Anteo, Bs. As. 1956, pág. 11.

[3] Marx, Carlos, El Capital T. III, Ed. Cartago, 1980, pag. 231

[4] Hilferding, Rudolf. El Capital Financiero, Ed. Tecnos, 1985, España, pág. 3.

[5] Engels , Federico, Principios del Comunismo, en la colección: V. I. Lenin, Marx, Engels y Marxismo.Ed.iciones en Lenguas xtranjeras,

ekín, 1980, pág. 82.

[6] Diario Clarín, 21 de febrero de 3003.

[7] Diario Clarín, 13 de febrero de 2002.

[8] Los informes del INDEC pertenecen a la página electrónica del Instituto: www.indec.com.ar



[9] Los informes del INDEC pertenecen a la página electrónica del Instituto: www.indec.com.ar



[10] Los informes del INDEC pertenecen a la página electrónica del Instituto: www.indec.com.ar

[11] Diario Clarín, 18 de febrero de 2002.

[12] Harnecker, Marta, Los conceptos elementales del materialismo histórico, Ed. Siglo XXI, 6ta. edición, pág. 75.

[13] Engels , Federico, Principios del Comunismo, en la colección: V. I. Lenin, Marx, Engels y Marxismo.Ed.iciones en Lenguas extranjeras, Pekín, 1980, págs. 89/90.