lunes, 1 de octubre de 2007

90º ANIVERSARIO DE LA GRAN REVOLUCIÓN DE OCTUBRE Conferencia Internacional de Partidos y Organizaciones Marxista Leninistas (CIPOML)

Nosotros queremos transformar el mundo. Queremos poner término a la guerra imperialista mundial, en la que se ven envueltos centenares de millones de hombres […] y a la que no se podrá poner fin con una paz verdaderamente democrática sin la más grandiosa revolución que conoce la historia de la humanidad: la revolución proletaria.» (V.I.Lenin, abril de 1917)
La Gran Revolución de Octubre despertó el entusiasmo y esperanza entre los proletarios y trabajadores del mundo, y también un gran odio de las clases capitalistas y de la reacción contra el partido bolchevique y sus grandes dirigentes. Fue una revolución sin precedentes en la historia de la humanidad, una revolución que «estremeció al mundo».
En Rusia la revolución llevó a cabo la creación no sólo de un Estado y gobiernos diferentes, sino también de una auténtica civilización, una forma de vida superior (la socialización y colectivización), una organización nacional basada en la igualdad y la libertad de los pueblos, y un florecimiento cultural y científico que asombró al mundo.
La URSS fue durante décadas un factor decisivo en la historia humana; logró consolidar una unidad férrea popular que le permitió superar con éxito las duras pruebas a las que tuvo que enfrentarse: la guerra civil, la intervención imperialista, la colectivización e industrialización, la guerra de exterminio e invasión perpetrada por las hordas hitlerianas instigada por las llamadas democracias occidentales; la espectacular reconstrucción del país en la posguerra,etc.
De las muchas experiencias y lecciones que nos ofrece la Revolución de Octubre, de la actividad del primer Estado socialista de la Historia, está la puesta en práctica del internacionalismo proletario, sintetizado en la famosa y certera consigna formulada en el Manifiesto del Partido Comunista: «¡Proletarios de todos los países, uníos!». Internacionalismo activo, no mera palabrería como la de los socialdemócratas y otros. El Poder soviético, lo aplicó en Rusia de forma clara y contundente, del imperio zarista hizo una unión de Repúblicas con la adhesión voluntaria de los pueblos de sus muchas nacionalidades.
La misma URSS recibió ese mismo internacionalismo en su lucha contra la coalición imperialista, coaligada con los kerenski, que en los primeros meses de la Revolución pretendió asfixiarla y desató una cruel guerra civil. Los marineros de la flota francesa del Mar Negro que encabezados por el comunista Marty, se negaron a atacar a la URSS, son una muestra de ese internacionalismo, que como su nombre indica junto a la palabra proletario, ha de regir las relaciones entre los partidos hermanos, en un plano de igualdad, que ha de tener en cuenta el desarrollo desigual, tanto en lo organizativo como en lo político.
El internacionalismo tiene, no sólo manifestaciones coyunturales más o menos grandiosas, como por ejemplo fueron las Brigadas Internacionales en la lucha contra el nazifascismo en España, sino que también ha de tener formas organizativas. Así lo entendieron Marx, Engels, Lenin, Stalin y todos los grandes revolucionarios. A raíz de la Revolución de Octubre, Lenin, y los bolcheviques organizaron la III Internacional, en la que entre otras responsabilidades se estableció la formación de partidos bolcheviques, marxista-leninista diríamos hoy, en todos los países. Esta es hoy también, una tarea planteada, pendiente de realizar. La Conferencia Internacional de Partidos y Organizaciones Marxista-Leninistas, CIPOML, es una expresión de esa necesidad, pero dista aún de ser una nueva Internacional. El internacionalismo proletario que con ardor defendieron Lenin, Stalin, Dimitrov, etc., es la solidaridad internacional de los proletarios del mundo, y tal y como hicieron los bolcheviques, ha de ser uno de los principios y componentes de los verdaderos partidos marxista-leninistas.
De igual modo, y siguiendo el ejemplo de los grandes dirigentes de la construcción del socialismo en la URSS, afirmamos que la violencia revolucionaria es imprescindible para derrocar a la burguesía, y demás fuerzas capitalistas que actúan contra el proletariado y los pueblos del mundo. La violencia revolucionaria, a partir de cierta fase de la lucha de clases, es inherente a ésta. La violencia revolucionaria, cuya expresión más alta es la dictadura del proletariado, «la organización de la vanguardia de los oprimidos en clase dominante para aplastar a los opresores», es uno de los principios más denostados por los socialdemócratas, los revisionistas y demás oportunistas. Jrushov, en el infame XX Congreso lanzó toda una sarta de calumnias y ataques contra Stalin, contra la violencia revolucionaria y la dictadura del proletariado. Stalin, el gran continuador de la obra de Lenin, llevó a cabo una férrea lucha para la aplicación de ese principio, que perdurará en la mente de todos los comunistas. Nosotros defendemos la obra de Stalin y decimos con Lenin: «Marxista sólo es el que hace extensivo el reconocimiento de la lucha de clases al reconocimiento de la dictadura del proletariado. En ello estriba la más profunda diferencia entre un marxista y un pequeño (o un gran) burgués adocenado.»
En el curso de las grandes realizaciones del Poder Soviético, de sus vicisitudes y problemas surgió la gran traición de Jrushov y sus seguidores, que fue minando los cimientos del Estado socialista en la URSS y desencadenó el entusiasmo de la burguesía y reaccionarios del mundo, entre los que se debería incluir a los revisionistas modernos los cuales, aunque con diferentes formas y manifestaciones, forman parte del mismo bloque oportunista y antimarxista-leninista. La reacción vaticinó el fin de las ideas comunistas, del papel decisivo del proletariado, de la clase obrera, y por ende, la inutilidad de los partidos comunistas.
Los partidos y organizaciones miembros de la CIPOML sostenemos, afirmamos que el partido comunista es el motor imprescindible, que da conciencia, organiza y dirige al proletariado, como fuerza principal en alianza con el campesinado pobre donde ha lugar, y las clases populares en su lucha revolucionaria. El desarrollo del imperialismo, los grandes avances de la tecnología, los descubrimientos de todo tipo que tienen lugar, no han aniquilado ni pueden hacerlo la lucha de clases. Todos los logros de la gesta de Octubre, dirigida por Lenin y Stalin, siguen siendo de actualidad; la lucha de clases sigue siendo el motor de la Historia, y el partido comunista el principal impulsor, encargado de hacer comprender la afirmación de Marx: «Los hombres no pueden librarse más que por su propia acción, no por el capricho de un mecenas o la voluntad de un dictador esclarecido.»
La tesis sobre el eslabón débil, es decir, donde las contradicciones fundamentales están más agudizadas, particularmente la que enfrenta el proletariado a la burguesía, es también de actualidad y ha de ser tenida en cuenta tácticamente en la lucha internacional de los comunistas. Empero, que la cadena imperialista se rompa por el eslabón débil o eslabones débiles, y de lugar al derrocamiento del capitalismo y la implantación del socialismo, sólo será posible si la lucha está encabezada por un auténtico partido comunista, como demostró la Revolución de 1917. Rusia era un eslabón débil del sistema capitalista, pero no era el único. Fue el partido comunista, certeramente dirigido, al frente de las masas de obreros, campesinos y soldados, los que hicieron saltar en pedazos ese eslabón, los que conquistaron el Palacio de Invierno y tomaron todo el Poder para los soviets, es otra de las grandes lecciones y experiencias de aquella heroica gesta, que perdurará en los anales de la revolución y nos orienta y estimula.
Se puede afirmar que sin un partido marxista-leninista, templado en la lucha y con una sólida ideología, con firmeza y audacia organizativa y dirigentes experimentados que sepan prever y adelantarse en ocasiones a los acontecimientos, sin ese Partido, las masas populares podrán obtener éxitos momentáneos, victorias parciales, pero nunca podrán llevar a cabo la revolución en su sentido más profundo pues « sólo un Partido dirigido por una teoría de vanguardia pude cumplir la misión de combatiente de vanguardia».
Al conmemorar el 90 Aniversario de la Gran Revolución de Octubre, encabezada por Lenin, Stalin y otros grandes dirigentes bolcheviques, la Conferencia Internacional de Partidos y Organizaciones Marxista-Leninistas subraya y enfatiza la actualidad y validez del marxismo-leninismo para la clase obrera y los pueblos del mundo, frente a la pléyade de teorías pseudo marxistas, tales como el anarquismo, la socialdemócrata, eurocomunismo, trotskismo, los utópicos etc. hasta las que actualmente tratan de penetrar en la clase obrera y los sectores progresistas. Muchas de esas teorías, jaleadas por la burguesía y su ejército de intelectuales «críticos», no son más que remiendos de viejas ideas, disfrazadas de nuevas, que siempre, en todo momento, acaban haciendo el juego a la reacción; son esos nuevos filósofos, que nada nuevo descubren, teoréticos que teorizan y desprecian e ignoran la fuerza de la acción de, la práctica; sus análisis no son para extraer conclusiones, sino que teorizan para explicar conclusiones preestablecidas. Son los que afirman que el marxismo está rebasado, que el leninismo se opone al marxismo, etc., y se sacan de la manga teorías que van «más allá del Capital». Para nosotros el marxismo, más las enormes y geniales aportaciones de Lenin (el marxismo-leninismo) no sólo es actual, sino que de su correcta aplicación dependen el progreso de las fuerzas proletarias, revolucionarias, su arraigo entre las masas populares, el impulso de la lucha vital por derrocar y erradicar el capitalismo, para dar paso a la construcción del socialismo.
Recogemos la ya clásica fórmula: «El marxismo-leninismo es la ciencia relativa a las leyes de la naturaleza y de la sociedad, a la revolución de las masas explotada.[…] Es la ideología de la clase obrera y de su partido comunista». Es una ciencia viva, en movimiento; no es ni nunca será en manos de los comunistas un catecismo, un dogma, sino una guía para la acción y el análisis dialéctico. Como subrayaba Lenin: «Sin teoría revolucionaria, no puede haber movimiento revolucionario». Finalmente, recogemos las palabras de Lenin: «Al proletariado ruso le ha correspondido el gran honor de empezar, pero no debe olvidar que su movimiento y su revolución son solamente una parte del movimiento proletario revolucionario mundial.»

¡Viva la gran revolución de octubre!
¡Viva el marxismo-leninismo!
¡Viva el internacionalismo proletario!