lunes, 28 de noviembre de 2005

BALANCE SOBRE LAS ELECCIONES LEGISLATIVAS DE OCTUBRE DE 2005

Después del domingo 23 de octubre, el Gobierno peronista de Kirchner presentó los resultados de las elecciones legislativas como un rotundo respaldo a su gestión. Asimismo, con el apoyo de los medios de prensa el Gobierno se encargó de señalar la alta concurrencia del electorado, ¿pero esto fue así?

El Gobierno ha consolidado su poder en la Cámara de Diputados: ahora tiene 122 bancas (sumando a sus aliados) a sólo 7 bancas del quórum propio. En tanto, en la Cámara de Senadores logró sumar 43 bancas (sumando a sus aliados), 6 más de las necesarias para lograr el mismo fin que en Diputados. Por lo tanto se deduce que las leyes que el Gobierno considera vitales van a ser promulgadas sin inconveniente alguno. Se terminaron las “trabas” para la política de Kirchner. A partir de ahora tiene el poder para legislar y ejecutar sin necesidad de pactos en el Congreso o de la utilización de los decretos de necesidad y urgencia. De hecho, una de las primeras medidas del Gobierno luego de las elecciones, fue la de promover la discusión del “pacto social” entre la CGT y la UIA, para de esta manera poner en caja a los crecientes conflictos sociales.

Por otro lado, la estrategia de alianza del Gobierno con los llamados transversales (partidos y personalidades autodefinidas como centroizquierdistas) y la poca capacidad política de los representantes de la derecha (Macri, López Murphy, Sobisch) ha terminado con la posibilidad de una figura opositora al Gobierno. De esta manera se va consolidando el partido único de la burguesía, ya que desde el socialista Binner al peronista De La Sota, o el ex menemista Maza, entre muchos otros, coinciden con la política que el gobierno está llevando a cabo y las propuestas que tiene el mismo para el futuro. Dentro de esta estrategia, podemos ver como el Partido Peronista está siendo arrastrado a la extinción como partido tradicional. Ya lo expresó el presidente Kirchner y varios funcionarios de segunda línea que el Frente Para La Victoria, partido creado por el gobierno, es una expresión superior a la del Partido Peronista en la forma tradicional que había existido hasta ahora.

Sin embargo la victoria del oficialismo no tuvo el sabor que ellos esperaban, ya que perdieron en tres de los cinco distritos claves del país: Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Provincia de Santa Fe y Provincia de Mendoza. En tanto en la Provincia de Córdoba triunfaron en alianza con un histórico del menemismo, devenido recientemente en oficialista. En la Provincia de Buenos Aires tuvieron un cómodo triunfo con respecto a los demás partidos.
Los números reales de las elecciones

En las elecciones, que en nuestro país son obligatorias, votó el 71% del total del padrón electoral, lo que indica que la abstención fue del 29%. Este número es superior a la abstención que se dio en las elecciones legislativas de 2001 (26%), en las presidenciales de 1995 (18%) y en las presidenciales de 2003 que consagraron presidente a Kirchner (22%). No sólo esto, sino que la abstención de estas elecciones es sólo superada por las elecciones presidenciales de 1922 cuando la abstención fue del 44,5 %.

También fue importante el voto negativo (en blanco, nulo o impugnado). A nivel nacional el porcentaje fue de 9,24% de los votos emitidos, ubicándose en la cuarta posición detrás de las dos corrientes del peronismo y de la U.C.R.. Mas allá de no haberse acercado a las cifras de 2001 (21% de los votos emitidos, que fueron denominados como el voto bronca), el porcentaje alcanzado en estas elecciones se ubicó por encima de las presidenciales de 1995 (7,5%), de las presidenciales de 1999 (5%) y si tomamos como referencia las elecciones presidenciales de 2003 (1,9%), el porcentaje de votos negativos se quintuplicó.

Por otro lado, es significativo como votaron los distritos más desarrollados económicamente: en la Provincia de Buenos Aires la abstención fue del 27,19 % y el voto negativo de 10,14%, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires 27,66 % y 4,80%, en la Provincia de Córdoba 33,25% y 8,60%, en la Provincia de Santa Fe 26,67% y 11,64, en la Provincia de Mendoza 27,08% y 8,99%.

Contrariamente, los mayores porcentajes de asistentes a votar y los mayores porcentajes de votos positivos se registraron en las provincias más atrasadas, donde el caudillismo político sigue en pie: Provincia de La Rioja y Provincia de La Pampa (mayor concurrencia de votantes) y Provincia de Chaco, Provincia de Salta y Provincia de Tucumán (mayor porcentaje de votos positivos).

De estos datos se desprende que el 35,4% del padrón electoral no fue a votar o lo hizo negativamente, en tanto que el oficialismo obtuvo el 26,1% del padrón. Asimismo, ninguna fuerza política de la llamada oposición, supera el 10% del total del padrón. Estos números nos indican, entre otras cosas, que se están consolidando dos grandes partidos dentro del sistema electoral: los que votan positivamente, y los que no eligen ninguna de las propuestas del sistema. Esta última opción no fue una expresión de un sector organizado, no fue una propuesta levantada por grandes partidos, sólo grupos pequeños se dedicaron a militar el voto negativo o la abstención. Por lo tanto, se plantea como una tarea a futuro la de encausar en una nueva herramienta el voto negativo, la abstención e inclusive el voto a pequeños partidos de la llamada izquierda “real”, muchos de los cuales fueron el producto de la ausencia de una organización verdaderamente revolucionaria.

La clase trabajadora sigue sin contar con un partido que los represente. Un partido con una doctrina revolucionaria basado en la lucha de clases, un partido que defienda los intereses de los trabajadores y que le discuta el poder a la burguesía.

sábado, 1 de octubre de 2005

SOBRE LAS ELECCIONES LEGISLATIVAS DE OCTUBRE DE 2005 EN LA ARGENTINA

Desde la asunción de Duhalde a la presidencia, la burguesía en la Argentina aplicó un plan sistemático y exitoso para recuperar la iniciativa política, que había perdido por la agudización de la lucha entre las distintas fracciones del capital y por el surgimiento de un movimiento popular heterogéneo y espontáneo que la desafiaba. Entre otros objetivos, la clase capitalista apuntaba a desincentivar la creciente participación política que se expresaba en las asambleas, fábricas recuperadas y embriones de organización obrera, como por ejemplo, el Movimiento por la jornada laboral de 6 horas diarias. Asimismo, procuraba evitar la confluencia de los trabajadores ocupados con los sectores organizados de obreros desempleados.

Con la asunción de Kirchner, el plan de recomposición siguió su curso con nuevos objetivos: rescatar la credibilidad de las instituciones, superar la crisis de representatividad que se expresaba en el desprecio popular por los dirigentes políticos y reconstruir un esquema de dominación sustentable en el mediano plazo. Para conseguirlo se implementaron un conjunto de medidas tendientes a renovar la superestructura estatal: la política de derechos humanos, el reemplazo de los miembros más comprometidos con el modelo de acumulación vigente durante los ’90 de la Corte Suprema de Justicia, el paso a retiro de jerarcas militares y de las fuerzas de seguridad. La finalidad de estos retoques era la de alcanzar una nueva “gobernabilidad”, legitimando las políticas de la burguesía.

Lo cierto es que la administración peronista de Kirchner, por encima de lo declamado, ha venido una vez más a negociar las condiciones de vasallaje con el imperialismo. El desempleo alcanza al 16%, sin soslayar que el índice aparece camuflado por la incidencia de los planes sociales, la subocupación ficcional y los “desalentados”. Con el índice oficial 2.400.000 personas se encuentran desocupadas; si se considerara como desempleados a quienes reciben los planes sociales, la desocupación alcanzaría a casi 3.000.000 de personas. Habiendo informado el INDEC que se encuentran bajo la línea de pobreza aquellos que no alcanzan a percibir $ 802,00 mensuales, el 70% de los trabajadores ocupados en la Argentina no superan ese umbral.

Es por ello que más allá de lo propagandizado, las luchas de los trabajadores y los sectores populares se han venido sucediendo, de manera constante y creciente, desde 2004 a la fecha.

Las elecciones legislativas de octubre de 2005 representan un nuevo intento de la burguesía por consolidar su dominación. Sin embargo, puede preverse que tendrá una gran dificultad para alcanzar ese objetivo toda vez que la oferta electoral está en armonía con el estado de descomposición capitalista. Vedettes y personajes impresentables, una campaña sin propuestas pero prolífica en acusaciones cruzadas que no son llevadas a la Justicia, métodos clientelares y alianzas inverosímiles son algunos de los ingredientes que conducirán a una nueva crisis política, cuando reaparezca con toda su crudeza una nueva crisis económica, la que por ahora, no se expresa en la superficie. El reformismo de buena parte de la izquierda partidaria supone que es posible, mediante la acción parlamentaria, convencer con buenos argumentos a los responsables de la debacle para que no sean tan voraces y otorguen, por ejemplo, aumento de salarios y mejores condiciones de trabajo. En general, adolecen de un análisis consistente para explicar las causas que llevaron a la situación actual y cómo revertirlas, carecen de base social sólida, no participan de las luchas populares cotidianas, y no tienen, ni necesitan según su estrategia, inserción en la clase trabajadora.

En este marco, la burguesía aplica un plan sistemático para recrear aparatos electorales relegitimados que le permitan mantener su statu quo. Las elecciones legislativas de octubre de 2005 representan la lucha entre facciones de la burguesía dentro del partido único del sistema. Por lo tanto, la táctica de las organizaciones obreras debe apuntar a neutralizar la maniobra y a construir una perspectiva propia.

En el momento en que la democracia burguesa se encuentra más devaluada que nunca, de lo que se trata es de encauzar y dar expresión política a ese nivel de conciencia.

Anular el voto, votar en blanco, introducir una boleta programática o promover el ausentismo electoral es la tarea inmediata. Contribuir a la construcción del partido que la clase asalariada requiere y viene reclamando con sus luchas es la que nos ocupará en los próximos años.