jueves, 2 de abril de 2009

VIGENCIA DE LOS PRINCIPIOS MARXISTAS-LENINISTAS

El 26 de abril de 1917, Lenin culminaba el prólogo de su “ensayo popular” El Imperialismo, Etapa Superior del Capitalismo de la siguiente manera :

“Espero que este folleto ayude al lector a comprender el problema económico fundamental, el de la esencia económica del imperialismo, pues sin su estudio será imposible comprender y valorar la guerra actual y la política actual” (1)

La esperanza del insigne revolucionario se cumplió largamente. Basándose en los trabajos científicos de Marx y Engels sobre el nacimiento, desarrollo y ocaso del sistema capitalista y, a la luz del estudio de los cambios operados en esos cincuenta años que transcurrieron desde la aparición de El Capital, definió los rasgos del imperialismo con tal precisión que, lejos de envejecer, sus tesis mantienen una irrefutable vigencia. Pero, ¿significa esto que nada ha cambiado en noventa y dos años? No, por el contrario: significa que, lo que Lenin estudió en su reciente configuración y pleno desarrollo, ha alcanzado hoy un grado de madurez colosal y se ha potenciado al punto de plantar al ser humano en el umbral de un cambio revolucionario en las relaciones de producción.
Sin embargo, la variedad y magnitud de los cambios, en especial en la ciencia y la técnica, su aplicación a la producción y su masificación, no pueden ocultar aquello fundamental que no ha cambiado: el mundo vive bajo el sistema capitalista y éste se fundamenta en la propiedad privada de los medios de producción y en la explotación del trabajo asalariado. Claro que las contradicciones se han ahondado y las crisis son cada vez más frecuentes y graves, como lo demuestra la situación mundial actual ¡160 años atrás alertaban Marx y Engels en el Manifiesto Comunista:

“Las relaciones burguesas de producción y de cambio, las relaciones burguesas de propiedad, toda esta sociedad burguesa moderna, que ha hecho surgir tan potentes medios de producción y de cambio, se asemeja al mago que ya no es capaz de dominar las potencias infernales que ha desencadenado con sus conjuros.Desde hace algunas décadas, la historia de la industria y del comercio no es más que la historia de la rebelión de las fuerzas productivas modernas contra las actuales relaciones de producción, contra las relaciones de propiedad que condicionan la existencia de la burguesía y su dominación.Basta mencionar las crisis comerciales que, con su retorno periódico, plantean, en forma cada vez más amenazante, la cuestión de la existencia de toda la sociedad burguesa.” (2)

Ya no caben dudas que la locura desatada de este irracional mundo de los negocios, con sus bombardeos genocidas, miseria, hacinamiento y explotación de millones de personas, su indetenible producción de basura, contaminación y depredación de la atmósfera, bosques y mares, ha puesto a la humanidad y al planeta mismo al borde de la desaparición.
El cambio está a las puertas, las condiciones objetivas han madurado para que el mismo se produzca: poner en consonancia las relaciones de producción con el estado de las fuerzas productivas es llevar a cabo la Revolución que “dominará esas potencias infernales” y las pondrá al servicio de la humanidad toda, inaugurando una nueva era en la historia humana ¿Quién puede cumplir tan colosal, urgente y vital tarea sino la clase objetivamente interesada en terminar con la explotación y en seguir existiendo como especie en nuevas y mejores condiciones? Esto es: la Clase Obrera del mundo.
Sin embargo, la práctica nos ha enseñado que este cambio puede ser postergado indefinidamente por las fuerzas del capitalismo pues la conciencia del sujeto revolucionario -la clase asalariada- marcha a la zaga de su organización y preparación técnica, cuestión ésta que se evidencia en la ausencia o debilidad general del movimiento ML en el mundo, que es decir ausencia o debilidad del Estado Mayor de la clase, que la prepare y conduzca a tomar el poder del Estado.
Aleccionados por la historia -en especial la del siglo XX- los revolucionarios de hoy deben tener presente la extraordinaria capacidad del capitalismo para aprender de sus errores, para levantarse cuando parecía dar sus últimos estertores y redoblar la apuesta, en el plano ideológico, extremando los recursos para mantener a las masas en el engaño.
Después de la muerte de Stalin, e instalado ya en el poder el revisionismo kruschoviano, desde su ideología de coexistencia pacífica y “relaciones económicas y culturales de plena igualdad y provecho mutuo”, se propaló la perniciosa idea de que el sistema capitalista agonizante caería solo, que el Socialismo vendría “sí o sí” por su fuerza de necesidad histórica. Todo lo contrario advertía Stalin cuando escribía en 1952 -no mucho antes de morir- :

“¿Qué garantía puede haber de que Alemania y el Japón no vuelvan a ponerse de pie, de que no traten de escapar a la esclavitud norteamericana (...)?El movimiento por la paz está muy bien, pero no basta para suprimir la inevitabilidad de las guerras en general de los países capitalistas.Para eliminar la inevitabilidad de las guerras imperialistas hay que destruir el imperialismo” (3).

Los revolucionarios deben tener presente esta desconfianza de Stalin hacia los capitalistas, así como su irreductible decisión de destruirlos, más aún hoy en día, cuando, no pocos que dicen serlo, promueven entre las masas esperanzas e ilusiones de cambios representadas por líderes del capitalismo disfrazados de izquierdistas. Otros, con un discurso más incendiario, convierten, no obstante, a los procesos eleccionarios del sistema, en el fin supremo de su existencia.
La Revolución Socialista es la única opción para los trabajadores y los marginados del mundo; es cierto que contamos con la poderosa tendencia histórica hacia las revoluciones, cuyo motor es la lucha de clases. Contamos con las contradicciones del capitalismo: la fundamental, proviene del carácter cada vez más social del proceso productivo y la forma privada de apropiación; esta última, se profundiza agravando el antagonismo entre los capitalistas y los asalariados.
Luego, la Ley de la Tendencia Decreciente de la Cuota de Beneficio, como consecuencia del constante ascenso de la composición orgánica del capital. Dice Marx al respecto:

“(...)Ya hemos demostrado que esta ley es propia del régimen de producción capitalista (...) a medida que disminuye progresivamente el capital variable en proporción con el capital constante, se eleva más y más la composición orgánica del conjunto del capital y la consecuencia inmediata de esta tendencia es que la cuota de plusvalía se traduce por una cuota general de beneficio en continua disminución, permaneciendo invariable, o incluso, aumentando el grado de explotación del trabajo.” (4)

Esta ley contribuye a aumentar la desocupación y a rebajar los salarios al presionar sobre el mercado del trabajo, pero, también a recrudecer la lucha interimperialista por el reparto de la ganancia, en un mundo unificado que pertenece a los monopolios, en el cual, no obstante, no hay lugar para todos ellos.
Cabe destacar, también, por su extraordinaria vigencia, las causas que contrarrestan esta ley, a las que se refiere Marx en el capítulo siguiente, fundamentalmente, el aumento del grado de explotación del trabajo en sus dos formas: por medio de la prolongación de la jornada de trabajo y de la intensificación del trabajo mismo (plusvalía absoluta y plusvalía relativa), de la reducción del salario por debajo de su valor, del abaratamiento de los elementos del capital constante, del comercio exterior , y otras causas.
La crisis final del sistema capitalista en general -su estigma de régimen caduco y condenado a desaparecer por medio de la acción revolucionaria de las masas- pudo ser postergada durante décadas por la puesta en práctica del Estado Benefactor, pero a partir de los ochenta y hasta hoy, de manera ininterrumpida, las potencias imperialistas, que podían descargar sus problemas económicos en las espaldas de los pueblos sometidos de otros continentes, ven estallar las contradicciones en sus propias barbas.

¿Derrota del comunismo
o un intento fallido?

Hemos puesto ex profeso en este subtítulo la palabra “comunismo” pues así les gusta a los capitalistas y a sus escribas llamar a los desaparecidos países socialistas, aún a sabiendas que tal fase no fue alcanzada jamás por país alguno en el mundo (ni podía haberlo sido, habida cuenta el aún insuficiente grado de desarrollo de las fuerzas productivas). Pero, si hilamos fino, hasta podemos poner en duda si el exponente más avanzado del socialismo -la URSS- llegó a realizar por completo tal sistema. De hecho, el mismo Stalin reconocía en la obra ya citada que: ”No todos los medios de producción están en manos del gobierno socialista”, refiriéndose a la propiedad koljosiana.
Sin embargo, hoy tenemos elementos más que suficientes para rescatar, como una experiencia fundamental de la humanidad, a la Revolución de Octubre, sus aciertos, sus errores, sus grandes logros y aún su culminación ocurrida tras la muerte de José Stalin.Vale, brevemente, aclarar un poco más esta idea: a nuestro juicio, desaparecido el gran georgiano, la URSS emprende un tránsito hacia una forma de capitalismo de la mano de una incipiente clase que maneja los medios de producción cuya formación tiene origen en graves errores cometidos por el PC a nivel de las relaciones de producción de la sociedad; malformaciones gestadas, bajo el liderazgo de Stalin, especialmente en los tremendos años de guerra y posguerra, pero sin dudas advertidas y combatidas por el viejo jefe del proletariado.
No viene mal recordar que es contrario al marxismo poner el acento en el papel del individuo, de modo que cometen un grave error quienes ensalzan a Stalin así como quienes lo detractan, como factotum de lo positivo o de lo negativo. En todo caso, Stalin fue la cabeza visible de un proceso y de un partido constituído por cientos de miles de hombres.Ese proceso significó la instauración de la Dictadura del Proletariado, y ésta sí merece nuestra irreductible defensa.
Por último, digamos que, obviamente, apenas hemos esbozado una síntesis de lo que colectivamente hemos estudiado y debatido acerca de la experiencia socialista y no se nos escapa que el tema constituye un inmenso océano cuya exploración y conocimiento último llevará el esfuerzo de generaciones; sólo nos resta expresar que: el atraso histórico heredado de la Rusia Zarista, el cerco imperialista con sus permanentes sabotajes, la lucha de clases expresada en las facciones de “izquierda” y derecha en el propio seno del partido dirigente, no dieron tregua a la joven República Socialista Soviética; al fin, la feroz agresión hitleriana, con ser superada por el Estado de los trabajadores, significó una victoria pírrica que hirió de muerte a la Dictadura del Proletariado.

Lo nuevo en lo viejo.

Hoy, aunque el socialismo se nos aparece como un fruto verde cuya maduración se presenta lejana, los ML del mundo deben estar atentos a la compleja y cambiante situación en cada lugar del mundo pues dos cuestiones se evidencian cotidiana y globalmente: a) el asalariado moderno no es aquel rústico proletario de Petrogrado, sino un ser de elevada educación y preparación técnica, y; b) todos los eslabones de la cadena del imperialismo, hoy, presentan pronunciadas fallas, por lo que la misma puede llegar a romperse por aquél menos sospechado.
Estos dos últimos aspectos, así presentados, parecen sumar positivamante a un eventual proceso revolucionario, pero, abordados cada uno de ellos como una unidad, debemos intentar reconocer su lado contrario: el asalariado moderno, como dijimos, posee elevada educación y preparación técnica, no obstante, hijo de este intrincado mundo, su cabeza es infinitamente más compleja que la del obrero de Petrogrado, mientras su interés de clase tiende al cambio su conciencia propende a la defensa del sistema capitalista pues éste lo ha convencido de que tiene mucho que perder.
La aplastante victoria ideológica del capitalismo se gestó, principalmente, en los años de implementación del Welfare State, en lucha contra un “socialismo” burocrático, desligado de las masas y económicamente agobiado por la baja productividad y la carrera armamentista. El sistema capitalista podía mostrarle al mundo no sólo guerras y pobreza para gran parte de la humanidad, sino también, las resplandecientes joyas exhibidas en el mercado de los países avanzados, para consumo masivo, junto a la ilusión de que estaban al alcance de todos.
Hoy, más que nunca, resulta evidente que aquella bonanza que perduró algunas décadas no sólo finalizó tiempo ha, sino que, además es imposible reeditarla; cada vez hay más joyas expuestas en el mercado mundial, pero el número de consumidores (solventes en relación a la oferta claro está) se reduce inexorablemente.
Como dijéramos más arriba, las lacras del sistema ya pueden verse instaladas también en las metrópolis, pese a ello, las tareas de “reforzamiento” ideológico para con los trabajadores y las masas en general han logrado un extraordinario grado de homogeneidad -producto de la llamada “globalización”- que se imponen desde dos frentes: el disciplinamiento político y el aturdimiento de la conciencia. El primero, a la vieja usanza de los Estados de las clases dominantes explotadoras, cooptando y coaccionando con la fuerza de su aparato educativo, burocrático, represivo y propagandístico al que se le suma el aporte de las organizaciones no-estatales, las cuales, con más o menos nivel de crítica, confluyen, en última instancia, en la defensa y reproducción del capitalismo. El segundo, desde la manipulación de la industria del entretenimiento y los “mass media”, cuyo desarrollo explosivo, poder de convocatoria, persuasión y embrutecimiento ha superado largamente el rol que jugara, durante siglos, la religión, arrebatándole a ésta el titulo de “opio de los pueblos”.
Sería exagerado estimar que estos factores alcanzan para detener, disimular o compensar las contradicciones del imperialismo y la profundización de la lucha de clases, pero ignorar su importancia en la batalla ideológica significaría que no estamos percibiendo la realidad con “ojos actuales”. En los meses previos a Octubre, los bolcheviques, merced a su justa línea, pudieron ganar la dirección de los más importantes soviets, pero, bastaba en esos tiempos, algunas imprentas clandestinas, la decisión revolucionaria y ganar las tribunas callejeras.
Nuestra sociedad actual dispone de “tribunas” de llegada masiva e inmediata a todos los lugares del mundo y el capitalismo utiliza su magnífico poder para convencer aún más allá de su derrumbe ¿Cómo derribar los muros que separan las ideas de los ML de las masas ?¿Cómo -de modo eficiente- propalar la contraidea, la esperada y necesaria oposición revolucionaria a la ideología del sistema y a las ruedas de auxilio de éste como son los nacionalismos en sus distintas variantes o el reformismo, prestas a ser utililizadas como recambio?
En condiciones mucho peores que las nuestras “un fantasma recorrió el mundo” y fue abrazado por millones de trabajadores de todas partes del globo y alumbró la Primera Internacional, y la Comuna de París, y la Revolución de Octubre, y miles de gestas heroicas protagonizadas por los trabajadores con suerte diversa. Las últimas, talvez, la Guerra Civil en la que los obreros españoles ofrendaron su vida en combate a muerte contra el franquismo y la épica -pero pírrica, como ya dijimos- victoria del Estado Soviético contra las fuerzas nazis.
Combatir por la conciencia de la clase, es también una gran tarea pues, al menos sin una parte de ella, la Revolución será postergada indefinidamente. Creemos que estos temas deben ser abordados por los ML que cumplen -o han cumplido ya- la prioritaria tarea de constituirse en partido. Hay, sin duda, escasez de medios, debates, teóricos, todo aquello que, en rigor de verdad, supo seguir produciendo -paradójicamente- el mundo cultural-intelectual del revisionismo soviético, como remanente del tiempo revolucionario y que educó a generaciones.
Veamos el lado contrario de la segunda cuestión: la cadena del imperialismo muestra fallas en todos sus eslabones, esto quiere decir que cualquiera de ellos puede romperse; sin embargo, decíamos al principio, de la capacidad del capitalismo para aprender de sus errores y debilidades. Esta capacidad se ve reflejada en la constitución -a partir de la segunda posguerra- de una superestructura institucional destinada no sólo a la función de hacer cumplir las recetas de los monopolios, sino también la de apagar los incendios que provocan las cada vez más graves y frecuentes crisis del sistema.ONU, G8, FMI, BM, OMC , etc..sumados a las distintas formas de integración regional, tales como mercados comunes, uniones aduaneras, áreas de libre comercio, uniones económicas y monetarias, etc.. evidencian esta etapa de capitalismo global en la cual prevalece la centralización del capital sobre la concentración y la agresividad ascendente de los monopolios en lucha por los dominios de los cada vez más escuálidos mercados, los recursos energéticos, la mano de obra barata y cualquier otro tipo de riquezas que permitan obtener máximos beneficios y pisar a sus competidores.
En algún momento sostuvimos la idea, bastante generalizada, de que las contradicciones interimperialistas prevalecían sobre la contradicción asalariados-capitalistas. Hoy, ante la crítica situación mundial que se vive desde el último trimestre de 2008 -situación que es descargada por los capitalistas en las espaldas de la clase obrera mundial con el despido de millones- ¿podemos seguir pensando lo mismo ?, ¿no se han agravado ambas ?¿no son parte de la misma cuestión ?, ¿no es acaso un error verlas en forma separada ?, ¿no tienen acaso un nexo dialéctico inseparable?

La herramienta imprescindible.

De los conceptos fundamentales que sostenemos los ML, Partido-Revolución-Dictadura del Proletariado, lógicamente ninguno de ellos se salva de la crítica y de la abominación general por parte no sólo de las fuerzas del capitalismo (cuestión normal y aceptable) sino, también, por las huestes de la pseudo-izquierda y todo el amplio espectro que compone el “marxismo legal”.
El trípode teórico que sostiene nuestro pensamiento no por casualidad comienza con el término “Partido”. Éste, entendido obviamente a la manera leninista, conduce y arrastra, en la teoría y en la práctica, como una locomotora, a los otros dos conceptos, de modo que sin Partido no hay Revolución y Dictadura del Proletariado. Sí puede haber, como de hecho ocurre, rebeliones frustradas, intentos en que las masas quedan a mitad del camino. América latina nos aporta varios ejemplos, en los últimos años, de multitudes lanzadas a las calles, pero, cuyo esfuerzo carente de la dirección de una vanguardia revolucionaria, culmina en la derrota.
De la importancia clave que el Partido tiene para los ML, por la función histórica que el mismo ha cumplido, proviene, pues, la primera batalla a librar.
El concepto de Partido es uno de los más resistidos y rechazados en la actualidad, aún por aquellos que honestamente promueven un cambio en la sociedad. Este prejuicio en sí mismo no es gratuito, por el contrario, forma parte de un desprestigio general que supieron ganarse aquellos partidos especialmente el soviético- que luego de transformar la sociedad y entablar épicas batallas contra el imperialismo se convirtieron en gigantescas máquinas burocráticas representantes de una nueva clase dominante.
El partido Comunista Chino es, en la actualidad, el caso más paradigmático (entre otros como el de Vietnam, Corea y Cuba).
Así pues, a la hora de argumentar a favor de un Partido revolucionario de la clase asalariada que cumpla el papel de Estado Mayor de la misma, nos encontramos con un peso histórico difícil de levantar si se trata de la mera discusión académica, pero también con una realidad política incontrastable que reclama, en nuestro país y en el mundo, la acción de la organización leninista de los trabajadores. De modo que los ML contemporáneos debemos hacernos cargo de los errores históricos que, adermás, nos vienen muy bien para estudiarlos, aprender a evitarlos, no volver a caer en ellos y perfeccionar la organización revolucionaria. Como hemos visto, los capitalistas aprendieron de sus errores para retrasar la marcha de la historia ¿Por qué no vamos a aprender los ML para superar ese retraso?
Parece claro que cuanto más poderosas y agresivas se muestran las potencias imperialistas en especial la hegemónica EEUU-, mayor es la necesidad de un organismo revolucionario, conspirativo, disciplinado y que posea carácter mundial en cuanto a su cohesión ideológica y ligazón orgánica, con más razón en nuestra época en la que difícilmente un proceso revolucionario pueda abrirse en forma aislada como fue posible en el pasado.






Notas.

(1) Lenin: El Imperialismo, Etapa Superior del Capitalismo.Editorial Anteo-Buenos Aires.1974.Pág./6.
(2) Marx y Engels: Manifiesto Comunista.Ediciones Del siglo-Buenos Aires 1969.Págs./ 73-74.
(3) Stalin: Problemas Económicos del Socialismo en la URSS.Editorial Nativa-Montevideo-1969.Pág./47.
(4) Marx,C: El Capital (selección).Libro 3°, sección 3ª, capítulo 13: ”Naturaleza de la Ley”-Hyspamérica-Buenos Aires.1967.Pág./621.