sábado, 1 de octubre de 2005

SOBRE LAS ELECCIONES LEGISLATIVAS DE OCTUBRE DE 2005 EN LA ARGENTINA

Desde la asunción de Duhalde a la presidencia, la burguesía en la Argentina aplicó un plan sistemático y exitoso para recuperar la iniciativa política, que había perdido por la agudización de la lucha entre las distintas fracciones del capital y por el surgimiento de un movimiento popular heterogéneo y espontáneo que la desafiaba. Entre otros objetivos, la clase capitalista apuntaba a desincentivar la creciente participación política que se expresaba en las asambleas, fábricas recuperadas y embriones de organización obrera, como por ejemplo, el Movimiento por la jornada laboral de 6 horas diarias. Asimismo, procuraba evitar la confluencia de los trabajadores ocupados con los sectores organizados de obreros desempleados.

Con la asunción de Kirchner, el plan de recomposición siguió su curso con nuevos objetivos: rescatar la credibilidad de las instituciones, superar la crisis de representatividad que se expresaba en el desprecio popular por los dirigentes políticos y reconstruir un esquema de dominación sustentable en el mediano plazo. Para conseguirlo se implementaron un conjunto de medidas tendientes a renovar la superestructura estatal: la política de derechos humanos, el reemplazo de los miembros más comprometidos con el modelo de acumulación vigente durante los ’90 de la Corte Suprema de Justicia, el paso a retiro de jerarcas militares y de las fuerzas de seguridad. La finalidad de estos retoques era la de alcanzar una nueva “gobernabilidad”, legitimando las políticas de la burguesía.

Lo cierto es que la administración peronista de Kirchner, por encima de lo declamado, ha venido una vez más a negociar las condiciones de vasallaje con el imperialismo. El desempleo alcanza al 16%, sin soslayar que el índice aparece camuflado por la incidencia de los planes sociales, la subocupación ficcional y los “desalentados”. Con el índice oficial 2.400.000 personas se encuentran desocupadas; si se considerara como desempleados a quienes reciben los planes sociales, la desocupación alcanzaría a casi 3.000.000 de personas. Habiendo informado el INDEC que se encuentran bajo la línea de pobreza aquellos que no alcanzan a percibir $ 802,00 mensuales, el 70% de los trabajadores ocupados en la Argentina no superan ese umbral.

Es por ello que más allá de lo propagandizado, las luchas de los trabajadores y los sectores populares se han venido sucediendo, de manera constante y creciente, desde 2004 a la fecha.

Las elecciones legislativas de octubre de 2005 representan un nuevo intento de la burguesía por consolidar su dominación. Sin embargo, puede preverse que tendrá una gran dificultad para alcanzar ese objetivo toda vez que la oferta electoral está en armonía con el estado de descomposición capitalista. Vedettes y personajes impresentables, una campaña sin propuestas pero prolífica en acusaciones cruzadas que no son llevadas a la Justicia, métodos clientelares y alianzas inverosímiles son algunos de los ingredientes que conducirán a una nueva crisis política, cuando reaparezca con toda su crudeza una nueva crisis económica, la que por ahora, no se expresa en la superficie. El reformismo de buena parte de la izquierda partidaria supone que es posible, mediante la acción parlamentaria, convencer con buenos argumentos a los responsables de la debacle para que no sean tan voraces y otorguen, por ejemplo, aumento de salarios y mejores condiciones de trabajo. En general, adolecen de un análisis consistente para explicar las causas que llevaron a la situación actual y cómo revertirlas, carecen de base social sólida, no participan de las luchas populares cotidianas, y no tienen, ni necesitan según su estrategia, inserción en la clase trabajadora.

En este marco, la burguesía aplica un plan sistemático para recrear aparatos electorales relegitimados que le permitan mantener su statu quo. Las elecciones legislativas de octubre de 2005 representan la lucha entre facciones de la burguesía dentro del partido único del sistema. Por lo tanto, la táctica de las organizaciones obreras debe apuntar a neutralizar la maniobra y a construir una perspectiva propia.

En el momento en que la democracia burguesa se encuentra más devaluada que nunca, de lo que se trata es de encauzar y dar expresión política a ese nivel de conciencia.

Anular el voto, votar en blanco, introducir una boleta programática o promover el ausentismo electoral es la tarea inmediata. Contribuir a la construcción del partido que la clase asalariada requiere y viene reclamando con sus luchas es la que nos ocupará en los próximos años.

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