viernes, 10 de diciembre de 2004

ESTRUCTURA SOCIAL DE LA ARGENTINA

Los sucesos argentinos del año 2002 están directamente ligados a lo ocurrido en la última parte de 2001.El gobierno de la Alianza se fagocitó rápidamente el capital político que le había otorgado su oposición al gobierno de Carlos Menen. Una vez en el poder no sólo que no revirtió el proceso sino que lo profundizó (siete recortes de presupuesto en dos años de gestión); asimismo, repitió las peores prácticas del decenio anterior (la ley de reforma laboral número 25.250 fue votada bajo sobornos). Esto último demostró dos cosas: por un lado la continuidad del modelo con todos sus rasgos; y por el otro, la complicidad del imperialismo con la corrupción. El modelo de convertibilidad de la moneda fue sólo viable, desde 1995, por financiamiento externo. La burguesía obtuvo retornos extraordinarios durante diez años como producto de tasas de interés astronómicas y libertad absoluta para emigrar cuando así lo creyera conveniente.

Para mantener la convertibilidad y evitar la cesación de pagos, entre fines de 2000 y comienzos de 2001, la Argentina contrajo no nuevos préstamos sino plazos de espera (a través del “blindaje” y el “megacanje”), cambio de tasas súper usurarias. Sin embargo, podía preverse que el fin del aludido modelo estaba cerca. Durante el año 2001 se convirtió en cuestión de masas el indicador del “riesgo país”; este se incrementaba permanentemente al mismo tiempo que los capitales “golondrinas” iniciaban el éxodo. El ministro de economía de la Alianza radical-peronista, Domingo Cavallo, pretendió hacia julio de 2001 que trabajadores activos y pasivos financiaran todo faltante de caja a través del ajuste perpetuo que implicaba la ley de “déficit cero” (nº 25.453).Esto era así porque se supeditaba el pago de haberes y jubilaciones a la recaudación operada en cada periodo. De tal forma se permitía ajustar el recurrente déficit fiscal (generado por un sistema en crisis terminal) a costa de salarios y beneficios previsionales sin necesidad de contar con nuevos instrumentos legales.

Con todos estos antecedentes, el capitalismo, en su versión neoliberal, comenzó a ser seriamente cuestionado en la Argentina. El turno electoral del 14 de octubre de 2001 se constituyó en un salto de calidad en la conciencia de la sociedad. Entre la abstención y el voto negativo (blancos, nulos), ocho millones de argentinos impugnaron el modelo vigente desde mediados de los `70 y, conjuntamente con tal impugnación, expresaron su repudio al conjunto de la dirigencia política (incluyendo a la “izquierda”). El resultado electoral significó un ultimátum para el gobierno que no vio ver o no quiso ver. A partir de ese momento se abrirá una situación revolucionaria generada por el hecho de que la clase dominante ya no podía avanzar sobre el mismo curso, y los trabajadores y el pueblo no estaban aún en condiciones de convertirse en alternativa de poder.

En ese contexto el final de la convertibilidad se aproximaba; cerradas las fuentes de financiamiento externo los depósitos bancarios eran la última garantía de dicho modelo. Sobre un total de 66.000 millones de dólares, entre febrero y noviembre de 2001, se habían fugado del sistema bancario (y del país) cerca de la mitad (en su mayoría grandes cuentas). El gobierno para evitar que continuara la sangría y se desmoronara el modelo intentó confiscar los depósitos bancarios de los pequeños y medianos ahorristas. A partir de allí se registraría una rebelión popular de una magnitud casi sin precedentes en la historia argentina; el día 19 de diciembre de 2001, miles de desesperados, en su abrumadora mayoría trabajadores desocupados desde hacía años y desprovistos de toda cobertura económica y social, se abalanzaron sobre los supermercados para procurarse comida. Queriendo aprovechar la situación agentes del partido peronista junto con elementos de los servicios de inteligencia y la complicidad de la policía, estimularon los saqueos para desestabilizar al gobierno. Paralelamente, la pequeña burguesía y trabajadores de casi todas las ciudades importantes del país, muchos de estos esquilmados por la confiscación, iniciaron una protesta espontánea al mismo tiempo que terminaba un discurso televisado del presidente De La Rúa en el cual denunciaba que la situación de caos estaba generada por alborotadores y anunciaba el estado de sitio. Luego los manifestantes se dirigieron a la Plaza de Mayo o las sedes de las máximas autoridades en las otras ciudades. El 20 de diciembre junto a grupos remanentes del día anterior, apareció y tomó la iniciativa en las calles una mezcla de estudiantes, trabajadores jóvenes y desocupados de la capital federal. Con estos aparecieron también militantes de izquierda aislados y sin ninguna organización. Ante la represión las masas más que dispersarse se enfurecieron y aunque se replegaron varias veces insistieron en ocupar la Plaza de Mayo ha estas alturas lanzando piedras sobre la policía. La renuncia del ministro de economía no calmo a los manifestantes y tiempo después el presidente rodeado en la casa de gobierno opto por huir en helicóptero. El saldo de la jornada fue de más de treinta muertos y decenas de heridos entre las filas proletarias, junto con casi una decena de policías, algunos vehículos incendiados entre ellos un patrullero y destrozos en el edificio del Congreso y el Ministerio de Economía a los cuales también se intento incendiar.

A partir de allí cinco presidentes se turnaron en pocos días: De la Rúa, Puerta, Rodríguez Saa, Caamaño y finalmente Duhalde). De estos Rodríguez Saa y Duhalde también enfrentaron protestas masivas, solo el ultimo resistió. Frente al colapso de la convertibilidad (situación que siempre fue ficticia dado que el valor de una moneda en el capitalismo está expresado, en ultima instancia, por la riqueza y la actividad de un país), la clase dominante apeló a otras dos variantes para continuar el despojo de los trabajadores y el pueblo: por un lado, la confiscación de depósitos aludida y por el otro, la devaluación de la moneda. Estos dos mecanismos permitieron a la gran burguesía garantizarse su tasa de ganancia. El denominado “corralito” financiero encorsetó, principalmente, el dinero de pequeños ahorristas. Ocho de cada diez ahorristas tenían (cuando se decretó la medida), cuentas inferiores a los 25.000 dólares, muchas de las cuales se abrieron para resguardar indemnizaciones por despido. La devaluación generó, en combinación con los aumentos de las mercancías de primera necesidad, una disminución significativa de la inversión en capital variable. Actualmente, los salarios argentinos son, en promedio, los más bajos de América Latina (poco más de 100 dólares)

Un hecho novedoso de organización de la resistencia popular fue la aparición de asambleas populares en los barrios de las principales ciudades del país. Tal fenómeno fue coetáneo a la consigna de masas inaugurada el propio 19 de diciembre: “que se vayan todos”. De tal forma, la sociedad repudiaba a la totalidad de la clase dirigente demostrando el evidente agotamiento de estructuras partidarias y sindicales que dominaron la historia argentina del siglo XX. Algunos pretendieron creer que sólo los sectores medios se habían convertido en “asambleístas” olvidando que tales sectores desde hacía mucho tiempo habían visto precarizarse sus condiciones materiales de vida. Sin embargo, las asambleas tuvieron barriales tuvieron su límite y progresivamente se fueron extinguiendo. Una vez más quedó en evidencia la orfandad ideológica y organizativa de los asalariados y demás sectores populares.

Una de las prioridades del gobierno peronista fue la de controlar la protesta de los desocupados. Para ellos destinó 150 lecop (bono nacional cuya cotización se pretendía equivalente al peso), para 2 millones de parados lo que implico una inversión anual de 3600 millones de pesos (aproximadamente 1000 millones de dólares). Tal inversión fue financiada por el incumplimiento de la deuda externa. En realidad, Argentina pagó (con reservas), a pesar de la depresión, la marginalidad, la pobreza y las restricciones cambiarias, 4300 millones de dólares. Pero los vencimientos eran de 11 mil millones de dólares. El ahorro entre lo abonado (U$S 4300 millones) y lo que debiera haberse abonado (U$S 11000 millones) explica, entre otras cosas, el financiamiento del asistencialismo a los desocupados y también, que pese a la importante emisión de bonos públicos nacionales y provinciales (cuasimonedas), la inflación no fuera mayor.

El gobierno de Duhalde combinó, para controlar la protesta social, los planes de empleo referidos con la represión abierta. En tal sentido, se multiplicaron los procesados políticos evidenciando una estrategia oficial de judicializar el conflicto social.

Por otro lado, se aceitaron los mecanismos represivos del estado, extendiendo tal cometido a las fuerzas de gendarmería y prefectura. El día 26 de junio de 2002, en ocasión de una protesta del sector piquetero más combativo (Coordinadora Aníbal Verón, fueron asesinados por la Policía de la Provincia de Buenos Aires dos manifestantes. En un primer momento, el comunicado oficial sostuvo que las muertes habían sido el producto de un enfrentamiento entre los propios piqueteros. Ante las evidencias en contrario, el gobierno debió asumir las responsabilidades de las fuerzas de seguridad revelando a su plana mayor. Finalmente, en septiembre, la presidenta de la Asociación de Abuelas de Plaza de Mayo Estela Carlotto, sufrió un atentado en su domicilio pocos días después de haber apoyado una grave denuncia contra la Policía Bonaerense.

En mayo del 2002 se derogaron, a pedido del imperialismo, las leyes de subversión económica y de quiebra. La primera, dirigida a liberar de toda responsabilidad penal a los directorios de los bancos. Y la segunda, apuntando a facilitar el proceso de concentración (y extranjerización) de la economía.

Argentina actualmente es un país devastado económica y socialmente. Desde que se pusiera en practica en forma abierta el modelo neoliberal (1976) hasta mayo de 2002, la deuda externa pasó de 8.000 millones de dólares a 140.000 millones, a lo que hay que agregar que ingresaron 40.000 millones por la privatización de empresas estatales. Entretanto, la desocupación pasó del 3% al 21,5%; la pobreza extrema de 200.000 personas a 5 millones; la pobreza de 1 millón a 14 millones; el analfabetismo del 2% al 12%.

Según el último informe del Instituto Nacional de Estadística y Censo (INDEC), en octubre de 2002 el desempleo había caído al 17,8%. Tal disminución obedeció casi por completo, a la incidencia de los planes Jefes y Jefas de hogar destinados a los desocupados a los que se hiciera referencia mas arriba. Esto sucede porque para el organismo oficial los desocupados que reciben el aludido subsidio son considerados ocupados si cumplen con alguna contra prestación laboral (En el origen del plan la idea era que cada beneficiario correspondiera con trabajo a esa ayuda estatal. Sin embargo, según el propio INDEC si no se contabilizara del plan referido el índice de desocupación hubiere trepado al 23,6%. La cantidad de gente ocupada subió de 4.170.000 a 4.543.000 personas. Pero de estos 373.000 nuevos empleos, 272.947 casos se explican por la ¨ ocupación ¨ de los beneficiarios de los planes sociales; en cuanto al resto (aproximadamente 100.000 nuevos empleos), engrosaron el ejército de trabajadores no registrados de empleos de bajísimos ingresos, mientras el índice de empleo registrado siguió cayendo.

A pesar de la ¨ caída ¨ del desempleo, entre mayo y octubre de 2002 siguieron incrementándose los índices de pobreza e indigencia: de 49,7 % a 54,3% el primero, y de 22,7% a 24,7% el segundo. En la zona más poblada del país (Capital Federal y Gran Buenos Aires), sobre casi 12, 3 millones de habitantes se alcanzo un nuevo record 6.672.000 pobres, de los cuales 3.035.000 son indigentes, siempre de acuerdo a los datos oficiales del INDEC. Con respecto a mayo de 2002, hay 600.000 nuevos pobres, de los cuales 245.000 son nuevos indigentes. Y en comparación con octubre de 2001, la pobreza aumenta en 2,3 millones de personas, de los cuales la mitad son nuevos indigentes, a razón de 200.000 nuevos pobres por mes. Los datos desagregados marcan que en la Capital la pobreza subió del 13,4% al 14,6%, mientras que en el Gran Buenos Aires trepo del 59,2% al 64,4%. En cambio, la indigencia bajo del 6,3 % al 5,7 % en la ciudad de Buenos Aires y aumento en el conurbano del 27,9% al 30,5%.

Resulta indigente la familia tipo (matrimonio y dos hijos) que gana menos de 324,70 pesos por mes, equivalente al costo de los alimentos básicos. En cambio resulta pobre, la familia tipo que gana menos de 717,60 pesos por mes, que es el costo de una canasta básica de alimentos y servicios. El INDEC no dio a conocer los índices de pobreza e indigencia en el resto del país. Pero si se proyectan los porcentajes en las zonas medias a toda la Argentina, la pobreza que en mayo de 2002 era del 53% rondaría ahora el 60% de los 36 millones de argentinos con casi la mitad en la indigencia. Así habría 21.600.000 pobres, de los cuales un poco mas de 10.000.000 serian indigentes.

El crecimiento de la indigencia se explica porque, a pesar del asistencialismo oficial, el subsidio es absolutamente insuficiente para cubrir la canasta básica de alimentos. En tanto, el crecimiento de la pobreza obedece, básicamente, a que los ingresos de los trabajadores ocupados aumentaron mucho menos que la inflación. Así, los precios de los alimentos básicos subieron el 28,2%, mientras los salarios de los trabajadores, por la mejora de los 100 pesos para los empleados registrados apenas subieron el 7,2%, mientras las jubilaciones y pensiones permanecieron congeladas. Se estima que el 75% de los trabajadores gana menos de 717 pesos que es el límite de pobreza de una familia tipo.

En resumen el aumento de la pobreza y indigencia se debe a que continua cayendo el poder adquisitivo de las jubilaciones, salarios e ingresos de los cuenta propistas. Ni los nuevos ocupados ni los beneficiarios de los planes Jefes / jefas de Hogar pudieron revertir esta tendencia, en el primer caso debido al los bajos salarios, y en el segundo, a la paupérrima ayuda social.

La profunda crisis que afecta al capitalismo en todo el mundo sigue reflejándose con absoluta claridad en Argentina. Menos en el sector exportador (menos del 10% del Producto Bruto Interno), las ventas y las ganancias han bajado en todo el comercio y la industria. Esto seguirá agudizándose al menos que el sistema cree las condiciones para que aumente el consumo; para ello no habría mas remedio que generar las condiciones para que los que tienen dinero recuperen la confianza, los que han perdido permanentemente poder adquisitivo vean aumentar sus salarios y los que no tienen trabajo consigan uno. Alcanzar tales condiciones aparece tan utópico como las banderas que agitaran durante 2002, tanto la pequeña burguesía (con su consigna de ¨ que se vayan todos), como los desocupados y los partidos de ¨ izquierda ¨ (por un ¨ Argentinazo, por una Asamblea Constituyente, etc.). A medida que avanza la crisis se hace más notoria la necesidad de construir una organización verdaderamente revolucionaria; esta solo puede provenir de los elementos más conscientes de la clase trabajadora en actividad. Los asalariados activos siguen representando, numéricamente la inmensa mayoría de la sociedad. Hasta el momento en Argentina (como en buena parte del mundo) han resignado protagonismo político. Sin embargo puede preverse que a partir de 2003, comenzarán despabilarse lo que permitirá plantear la única discusión que hasta ahora no se ha planteado: La de la necesidad de la lucha abierta contra la burguesía en pos de la construcción del socialismo.

miércoles, 21 de abril de 2004

BALANCE SOBRE LA SITUACION NACIONAL DURANTE 2003

Durante 2003 el imperialismo en la Argentina (y en buena parte de la región), dedicó grandes esfuerzos por imponer un nuevo ideario que, sin comprometer su estrategia, suplantara al paradigma neoliberal. En reemplazo de este modelo, que sufriera un fuerte revés en Argentina con el estallido del 19 y 20 de diciembre de 2001, se intentó –y se intenta- proyectar la idea del retorno a un “Estado fuerte”.

En consonancia con lo arriba explicitado, el nuevo presidente Kirchner, se presentó a sí mismo desde su misma asunción, como el representante de un cambio político. En realidad, su antecesor en el cargo (Eduardo Duhalde), había ya insinuado el mismo discurso: el de ser quienes venían a reconstruir un capitalismo de matriz nacional que permitiera la recuperación en la Argentina del Estado-Nación y, de tal forma, la generación de condiciones para limitar al capital monopólico.

La retórica aludida despertó simpatía e ilusiones en los trabajadores esperanzados en que “desde arriba” se le ponga un límite a la voracidad de la burguesía, se aumenten los salarios y se generen puestos de trabajo.

Al estilo Kirchner se lo puede describir con la imagen del encantador de serpientes: lo que se presenta como dignidad y dureza frente al imperialismo es una partitura bien distinta; las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional fueron presentadas como firmeza del gobierno frente a los acreedores cuando en realidad, fue la aceptación de un trato neocolonial por el cual se le impone a la sociedad el pago más gravoso, en relación a su Producto Bruto Interno (PBI), de la historia. Durante 2003 se pagaron U$S 2900 millones afectando las reservas del Banco Central. Para 2004 se ha comprometido el 3% del PBI para abonar los servicios de la deuda pública que no está en default, lo que significa una erogación de $ 13000 millones. Este índice deberá alcanzarse como superávit primario consolidado (contribuyendo 2,4% el Estado Nacional y 0,6% las provincias), que es la diferencia entre los ingresos y los gastos del Estado. El porcentaje indicado representa más del triple del promedio registrado durante los ’90, cuando el superávit primario siempre fue inferior al 1% del PBI.

En el seno del FMI se reprodujeron buena parte de las contradicciones interimperialistas. Por un lado, los países europeos (con marcados intereses en la Argentina por sus inversiones ligadas a la producción y distribución de energía, agua, gas y petróleo, al negocio de las telecomunicaciones y con cientos de miles de tenedores de bonos defaulteados) que pretendían un mayor ajuste fiscal para que Argentina también honrara su deuda en default, y EEUU que presionó para que se firmara un acuerdo “menos gravoso” por los efectos políticos que una ruptura del país con el FMI podría aparejar. Sin embargo, a pesar de que triunfó la postura estadounidense, sólo se firmó un acuerdo parcial con revisión de metas a mediados del año próximo.

El 3% del PBI que la Argentina deberá alcanzar como superávit primario no prevé la refinanciación de la deuda que está en default que supera los U$S 100.000 millones. Si

estos acreedores aceptaran la tan promocionada quita del 75% con que amenazó el gobierno (quita que ya efectuó el mercado), a partir de 2005 el superávit primario que debiera alcanzarse para honrar los vencimientos debiera ser del 4 o 4,5% del PBI, lo que sólo sería viable mediante un drástico ajuste fiscal.

En la próxima ronda de negociaciones estará presente el aumento de las tarifas de los servicios públicos. Si estas no aumentan muchas empresas dejarán las concesiones cuando la situación de depredación del parque industrial sea irreversible dado que por el momento las ganancias se destinan, no a la inversión reproductiva, sino a gastos corrientes y fuga de capitales. Pero aún cuando se concedieran aumentos, el problema no sería menor, toda vez que junto a la impopularidad de la medida, crecerá el riesgo de incobrabilidad (dado que los salarios reales han sufrido un sensible retroceso).

La otra cuestión que pretende remediar el imperialismo es el virtual colapso del sistema bancario. Desde 2001 hasta hoy los depósitos sufrieron una merma de U$S 55.000 millones[1], quedando reducido el negocio al 30%. A ese panorama debe agregarse que actualmente el crédito para la inversión del sector empresario aparece como muy riesgoso en la medida que la demanda (consumo) sigue siendo insolvente como para garantizar el repago del capital prestado. Mientras tanto, los sectores ligados a la exportación no demandan crédito porque tienen tasas de ganancia suficientes como para sustentar sus propias inversiones. En cuanto al crédito para consumo, los ingresos mengüados por el desempleo y la inflación tampoco garantizan el pago de las cuotas.

En ese marco, la sobrevida del sistema bancario se mantiene básicamente porque han recibido una ayuda muy fuerte a través de emisión monetaria (redescuentos) del Banco Central. Actualmente, en el seno del FMI y otros organismos del capital financiero internacional, se discute si no resulta necesario sincerar el sistema bancario en la Argentina, porque algunos pretenden que los recursos que se emplean en sostenerlo se utilicen para comprar divisas y pagar la deuda. Es por ello que están proyectadas leyes de inmunidad para funcionarios del Banco Central que participen en la reestructuración del sistema; de esta forma, si cierran un banco no deberían soportar juicios de los ahorristas.

Otros ejemplos de verdaderas intenciones disfrazadas lo representaron la postura argentina en favor de la constitución de un “ALCA light” según lo anunciara el Ministro de Relaciones Exteriores Rafael Bielsa, lo que implica la sumisión a los intereses del imperialismo norteamericano negociando mínimamente, las condiciones del sometimiento; o la rescisión de la concesión de la explotación del Correo en detrimento del Grupo Macri para reprivatizarlo en favor de otro monopolio (en principio el Federal Express de EEUU).

En el mismo sentido, la renovación de las instituciones encarada por Kirchner, no pasa de ser un cambio parcial de figuras (las más irritantes), mientras mantiene su alianza con los “barones” provinciales del Partido Justicialista, con el objetivo último de relegitimar el régimen ante la población.

Sin perjuicio de todos estos engaños el sistema tiene permanentes problemas para reproducirse. A pesar de no haberse constituido una verdadera alternativa política, la burguesía tuvo dificultades casi inéditas para imponer su nuevo gerente. En las elecciones presidenciales de abril de 2003 triunfó el más desembozado agente del capitalismo neoliberal, Carlos Menem, con apenas el 25% de los votos válidos afirmativos emitidos (el 18% del padrón); mientras tanto, quien finalmente se quedó con la presidencia, ante la renuncia de Menem a la segunda vuelta electoral (conciente de su inevitable derrota), sólo alcanzó el 22% de aquellos sufragios (el 16% del padrón).

SOBRE LA NATURALEZA DEL PERONISMO

El peronismo es el movimiento político que mejor ha expresado –y expresa- los intereses de la burguesía en la Argentina.

En su origen (1946/1955), el peronismo representó un movimiento nacionalista burgués que estructuró la alianza, alrededor de un Estado activo, entre la burguesía nacional y la clase obrera, integrada a la vida política a través de la estatización de sus organizaciones. La cooptación de dirigentes obreros y la represión de los elementos independientes y de izquierda (como por ejemplo algunos de los dirigentes comunistas, socialistas y laboristas), fueron parte constitutiva de los dos primeros gobiernos peronistas. La concesión de grandes conquistas económicas, la formación de la Confederación General del Trabajo (CGT), de las comisiones internas, el otorgamiento de los convenios colectivos de trabajo, fueron la base material de la adhesión obrera al peronismo.

El segundo peronismo en el poder (1973/1976) viene de la mano del fracaso del régimen militar para contener el ascenso de las masas desatado tras el estallido del “Cordobazo” (1969). Paralelamente, el ciclo de expansión del capital en el mundo iniciaba su declinación y con él, iniciaba su etapa final el modelo de acumulación basado en la sustitución de importaciones. Ese peronismo fue un intento de la burguesía de domesticar la lucha de clases, primero bajo un breve período de reformas frentepopulistas con Cámpora y luego directamente como un partido del orden.

En ese contexto la burocracia sindical (gangsteril), fue empleada como fuerza de choque para terminar –sea como sea- con las luchas obreras. En este período el peronismo no había venido a resistir las presiones imperialistas sino a negociar las nuevas relaciones entre Argentina y el capital financiero internacional.

La década menemista (1989/1999) fue la expresión de un peronismo que llega al poder en medio de la crisis terminal del viejo Estado-Nación, producto de la extensión de las relaciones de producción capitalistas. Este peronismo se caracterizó por ser un agente directo de los monopolios; así, borró de su discurso las consignas de “justicia social”, “soberanía política” e “independencia económica”, imponiendo las “relaciones carnales”, apoyado en una alianza inédita, erigida en torno a la convertibilidad, entre la gran y mediana burguesía, los trabajadores ocupados y los lúmpenes. La burocracia sindical contribuyó decididamente para que la burguesía pudiera extraer mayores cuotas de plusvalía, reservándose el rol de gerenciadora de negocios capitalistas.

El gobierno peronista de Kirchner retoma el discurso del primer peronismo pero para negociar –como el segundo peronismo- las condiciones de vasallaje con el imperialismo.

En resumen, el peronismo expresa el fracaso histórico de la burguesía nacional para confrontar con el capital monopolista transnacional. Hoy, el peronismo aggiornado cubre su cara ajustadora con la máscara de consignas progresistas.

LA SITUACION DE LA CLASE TRABAJADORA

La mitad de los asalariados ganaba, en agosto de 2003, menos de $ 400 mensuales[2]. El nivel de ingreso se mantuvo estable entre octubre de 2001 y agosto de 2003; pero tras la devaluación y la inflación (del 41% anual), esos $ 400 se licuaron. En octubre de 2001, la canasta básica –que incluye el consumo de bienes y servicios básicos para escapar de la pobreza- rondaba los $ 500. Hoy una familia tipo necesita $ 726 para adquirir esa canasta[3].

Paralelamente, el trabajo no registrado alcanza aproximadamente a la mitad de los asalariados del país. Los planes sociales indujeron una suba de este indicador, toda vez que los beneficiarios de estos planes no tienen cobertura social ni previsional por lo que se computan como trabajadores “en negro”. Por otro lado, la mayor creación de empleo, luego de la salida del modelo de convertibilidad de la moneda, tuvo lugar en la industria de la construcción, servicios personales y trabajo doméstico, todos rubros con elevados índices de trabajo no registrado.

Según los datos oficiales difundidos en Octubre de 2003, el desempleo había caído al 16,3%. En un primer momento el gobierno había anunciado otro índice que hacía caer el desempleo al 14,3%; esto se debió a que, en lugar de calcular la evolución del proceso semestralmente (como se hiciera desde 1974 cuando el INDEC comenzó con la medición), sólo se tomaron en cuenta tres meses para dicho cálculo (paradójicamente el trimestre con mayor actividad económica). Lo cierto es que si no se contemplaran para medir la desocupación los planes Jefes y Jefas de Hogar, el paro forzoso en Argentina rondaría el 22%.

Si bien la política devaluatoria impulsada desde el colapso del modelo de convertibilidad (enero de 2002), generó una mayor actividad económica, esa mayor actividad se enfrentó, por regla general, aumentando las horas de trabajo de los ocupados (y no contratando nuevos trabajadores). La amenaza del hiperdesempleo facilitó la extensión de la jornada de trabajo y en muchos casos, al no pagarse el trabajo suplementario, el aumento de la extracción de plusvalía (absoluta). Aún en los casos que se pagó ese plustrabajo, aumentaron decididamente los accidentes laborales (precisamente por la sobrecarga laboral)[4].

Los salarios de los empleados públicos y jubilados seguirán congelados durante 2004 pese a la inflación proyectada del 7%; en el sector privado el índice de desempleo garantiza por el momento los niveles bajísimos de ingreso de los ocupados. De tal forma, continuará la caída de los salarios reales.

Todo este cuadro salarial explica porqué, mientras la economía creció el 5,4% durante 2003, el consumo apenas el 2,2%. La mayor actividad se debió fundamentalmente, a la sustitución de importaciones y al incremento de las exportaciones, porque hasta ahora la demanda doméstica aumentó muy moderadamente.

Es todo este marco el que va preparando el terreno para la agudización de la lucha de clases. En ese contexto el discurso del “Estado fuerte” es un engaño a los trabajadores para fortalecer el aparato de coerción y dominio. La reciente prórroga de los superpoderes al gobierno, presentados como una forma efectiva de agilizar las políticas sociales, muestra la tendencia a acumular poder detrás del ejecutivo.

Por otro lado, el reciente intento de crear una Brigada Antipiquetes y la reglamentación de los cortes de calles y rutas que se pretende (a cambio de una amplia amnistía para los luchadores sociales), muestran cuál parece ser la tendencia de la utilización de aquellas facultades.

Kirchner, continuando con la estrategia diseñada por Duhalde, busca aceitar los mecanismos de una nueva orientación estatal, que contenga, mediante un aparato clientelar –como el Plan Jefes y Jefas de Hogar- la posible protesta de los excluídos. Pero asimismo, no pueden permitir que a la lucha de los desocupados se sumen los asalariados en actividad y aún la pequeña burguesía. Para esto necesita constituir una dirigencia adicta que cumpla el papel de agente del poder político en las organizaciones obreras y populares. La fragmentación actual de los movimientos de lucha y la cooptación de algunos dirigentes de los movimientos sociales, conjuntamente con la formación de un “piqueterismo oficial” (Federación Tierra y Vivienda, ¿Corriente Clasista y Combativa?) aportan en ese sentido. En la misma estrategia, el gobierno contribuye con el denominado movimiento de las empresas recuperadas apuntando a la formación de una nueva burocracia cooperativista, y en todo caso, para alejar a los trabajadores de la lucha política. Por último, el intento de recomponer a la burocracia sindical buscando la unidad de la CGT, entre los “gordos” –ex menemistas- y el “moyanismo” –hoy kirchnerista- es otra de las patas del plan de gobierno.

SOBRE LA NECESIDAD DEL PARTIDO

En Argentina como en buena parte del mundo asistimos a un fin de época. Nuevas luchas se anuncian en todos los rincones del planeta. En este contexto, se hace cada vez más imperiosa la necesidad del Partido. Este por su organización, por desarrollar su trabajo en los diferentes frentes de masas pero sobre todo, por contar con una ideología propia (radicalmente opuesta a la burguesa), el marxismo-leninismo, es la única instancia órganica capaz de transformar la lucha simplemente reivindicativa y reformista (cada vez con menos margen), a niveles políticos y revolucionarios. El Partido dirige a la clase obrera, fundamentalmente, para destruir el régimen social que obliga a los asalariados a vender su fuerza de trabajo a los capitalistas[5]. Sólo cuando la clase trabajadora conquiste el poder, se habrán creado las condiciones para terminar con la explotación.

Aceptando que las condiciones objetivas para la revolución hace tiempo han madurado, resulta fundamental la construcción del Partido por su irremplazable papel en términos subjetivos. Esa será la tarea a la que habrá que dedicarse en los próximos años.


[1] De U$S 80.000 millones a U$S 25000 millones

[2] Lo que representa 4.500.000 personas

[3] Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censo (INDEC)

[4] En los primeros tres meses de 2003 los accidentes de trabajo aumentaron un 18% según datos de la Superintendencia de Riesgos del Trabajo

[5] V.I. Lenin, ¿Qué hacer?, Obras Completas, 2º ed., Ed. Cartago, Buenos Aires, 1969-1973, T. II, págs.13 y 14

jueves, 8 de mayo de 2003

DUHALDE, KIRCHNER...LO QUE VENDRÁ

Ya instalado en el gobierno debemos pensar que puede ocurrir en esta nueva etapa que comenzó el 25 de mayo, con el candidato que preveían con un apoyo electoral inédito pero asumió en condiciones contrarias- 22% de los votos contabilizados, que en realidad fueron el 18% del padrón-; lo que revela el exiguo entusiasmo despertado por el santacruceño, hecho tenido muy en cuenta por la burguesía en el poder, ya que luego de festejar ruidosamente la asistencia a las urnas y la decisión de la enorme mayoría de optar por algún candidato se dedicó, luego del tropiezo sufrido a causa de la deserción de Menem, a rodear de un seudo calor “popular” al nuevo presidente con el fin de fraguar expectativas totalmente inexistentes. Hasta aquí podemos decir que las masas asalariadas y otras capas populares, a pesar del retroceso que significó el no boicot a las elecciones, no están entregadas a sus enemigos de clase -la burguesía imperialista y sus gerentes locales y regionales-.

Lo que sí conviene reconocer que estos últimos se han recuperado del serio vapuleo al que fueron sometidos, especialmente a partir del 19-20 de diciembre de 2001, y lentamente están recomponiendo sus filas y han logrado una continuidad en su política, algo que hace tiempo no se veía; prueba de ello es la integración al nuevo gabinete ministerial de varias figuras “duhaldistas” -fundamentalmente el Ministro de Economía-.

Otra cuestión central que no debemos soslayar, y quizás sea la más importante, es el claro indicio del comienzo de una nueva etapa del “modelo” dentro del sistema-capitalista-; las concesiones, aunque mínimas, hechas por Duhalde cada vez cobran más nitidez con algunas aciones concretas de Kirchner: laudar a favor de los asalariados -docentes de Entre Ríos-, el postergar o por lo menos escalonar los aumentos de las tarifas de los servicios básicos -luz,gas teléfonos,sanitarios-, postergaciones a los urgentes requerimientos de pagos a los organismos internacionales de crédito, descabezamiento de las cúpulas militares -en las tres fuerzas-, inminente “ajuste de cuentas” a la Corte Suprema de Justicia -con el primer nombre propio al respecto: Carlos Fayt; sumado a todo esto una conducta distinta a los ojos de las masas -medidas rápidas y sin grandes discursos y/o anuncios-, ninguna ostentación de “Poder” -todo lo contrario-. En este sentido hay que señalar tendencias más estratégicas aún, señales claras hacia gobiernos que aceptan las reglas de juego capitalistas, pero con planteamientos distintos a la “ola neoliberal” de la década de 1990, tales son los casos de Venezuela y Cuba fundamentalmente -el acto público realizado por el gobierno cubano con la asistencia y protagonismo excluyente de su máxima figura así lo certifican-; en el mismo sentido se está intentando conformar un bloque latinoamericanista, más amplio que el Mercosur, para afrontar una contingencia muy grave como la presente -es el momento de mayor miseria y sufrimiento para enormes masas, con el marco nada halagüeño de una crísis galopante del sistema capitalista a escala planetaria. Lo que hay que seguir con extrema atención hasta dónde podrán los mismos dirigentes políticos, con matices ideológicos, responsables de tamaño desastre social gestado en los últimos 25 años de atemperar las consecuencias de lo antedicho y canalizar la protesta y los fuertes remezones que le están causando al capitalismo las masas populares para lograr la supervivencia del sistema de explotación que nadie cuestiona en profundidad, la alternativa “distribucionista” y “reformadora” reivindicada por Fidel Castro en las postrimerías de su discurso del lunes 26 nos alertan que se está fraguando otro engaño de la burguesía, para sortear otra coyuntura revolucionaria objetiva, que le falta el condimento subjetivo de la conducción política que necesitan los pueblos, y los asalariados en primer lugar, para revertir en la realidad concreta la dirección impuesta a la sociedad por los explotadores capitalistas y dar el salto de calidad con una revolución socialista, que será verdadera sólo si los medios de producción definitorios de la economía pasan a manos de sus infaltables hacedores -los trabajadores-.

Una nueva etapa se abre en la lucha de clases, el discurso avasallante de las privatizaciones y los atropellos gratuitos a los asalariados y el pueblo feneció llegó la hora de los engañadores reformistas, la situación mundial no los favorece, no obstante pueden hacer confundir y dilatar el advenimiento de la ineluctable revolución socialista; los planes de contención social harán que las masas de desocupados -marginados- vayan perdiendo el protagonismo de la última década, el leve reanimamiento de la economía traerá, a la par que cierto alivio a las mayorías sufrientes, la creciente participación de los asalariados ocupados, y por lo tanto insertos en la actividad social, que garantizan el avance de la conciencia política que cuestione a fondo al sistema capitalista, pero esto no alcanza -el trabajo político ideológico a favor del cambio revolucionario es indispensable para: desalojar de la escena las ideas incorrectas de los “reformismos”, como así también abrir el horizonte para conquistar el Poder, que no es otro que el aparato estatal en manos de la burguesía, y desde allí proveer de cimientos sólidos a una sociedad anticapitalista. Esclarecimiento y cosnstrucción de la “Herramienta” para la toma del Poder son las tareas indispensables que los más avanzados componentes de la clase asalariada y el pueblo deberán llevar a cabo, sin prisa pero sin pausa.

martes, 1 de abril de 2003

SITUACION DE LA CLASE TRABAJADORA NACIONAL DURANTE EL PROCESO POLÍTICO 1990 – 2002

En el presente trabajo nos proponemos demostrar cómo se acentuó la pobreza dentro de la clase trabajadora y cómo se precarizaron sus derechos durante los gobiernos de Carlos Menem, Fernando De La Rúa y Eduardo Duhalde (período 1990 – 2002). Consideramos que el proceso que comienza con el gobierno de Néstor Kirchner debe ser estudio de un nuevo trabajo.

Una clase trabajadora que cada vez es mayor en número pero que, por el momento, no participa de las decisiones políticas. Intentamos, asimismo, buscar el apoyo teórico en las bases más sólidas del pensamiento científico, cuya objetividad en los distintos análisis emerge de la concepción materialista de la historia.

Pretendemos comprender la lógica de los procesos sociales, sujetos a leyes generales, para ubicarnos en los mismos y saber actuar como hombres concientes en pos del cambio que el futuro demanda.


INTRODUCCIÓN


“En la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia. Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica, se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian esas revoluciones, hay que distinguir siempre entre los cambios materiales ocurridos en las condiciones económicas de producción y que pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas; en una palabra, las formas ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo. Y del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa de sí, no podemos juzgar tampoco a estas épocas de revolución por su conciencia, sino que, por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción”.[1]

El modelo económico y político del capitalismo llamado benefactor apareció en escena en la década de los años 30, impulsado por Roosevelt con su New Deal, en Estados Unidos. Pero fue después de la finalización de la Segunda Guerra Mundial que se extendió por todo el mundo. Una de las características del benefactorismo era la intromisión del Estado en las relaciones obrero – patronales, haciendo concesiones económicas a los trabajadores, intentando amortiguar la lucha de clases.

Durante aproximadamente cuatro décadas, el welfare state, que se apoyaba en la teoría económica de Keynes, coincidió, en términos generales, con un ascenso sostenido del sistema hasta la llamada crisis del petróleo de 1973. A partir de mediados de los años ´70 comenzó su declinación y fue reemplazado por un nuevo modelo del sistema capitalista, el llamado neoliberalismo.

El nuevo modelo fue implantado por Thatcher y Reagan en el Reino Unido de Gran Bretaña y Estados Unidos de América, respectivamente. Basado en la doctrina económica, cuyo principal referente era Milton Friedman, el neoliberalismo, se caracterizó, en el área de las relaciones del trabajo, por virar diametralmente la orientación del benefactorismo. Concretamente, el nuevo modelo comenzó a desmantelar el aparato jurídico protectorio de los asalariados en sus relaciones con el capital.

Nuestro país no fue ajeno a este proceso. La extranjerización de la economía tomó impulso a partir de 1955, durante los gobiernos de facto de Lonardi y Aramburu. Esto, paulatinamente, se fue profundizando, con picos como los que se produjeron durante el gobierno militar de Onganía, donde empresas como las tabacaleras, por ejemplo, pasaban a capitales estadounidenses.

La última dictadura militar cercenó muchos de los derechos de los trabajadores; sin embargo, el proceso se acentuó notoriamente impulsado por el gobierno menemista, particularmente a partir de 1991. Este avance del neoliberalismo en la última década del siglo XX se hizo por oleadas, es decir que se implantaban, en un momento dado, una serie de normas, para luego avanzar sobre las mismas, tiempo después.

El proceso actual, a diferencia de la hiperinflación del año 1989, donde la brecha de ingresos fue coyuntural y se redujo fuertemente apenas se estabilizó la economía, obedece a factores estructurales: ¿Por qué se profundizó la diferencia en la última década?


*Dos ciclos de 25 años de la economía Argentina: 1949 - 1974 - 1999



A partir de la crisis de 1930, la Argentina fue obligada a cerrar su economía y a crear nuevas fuentes productivas, donde la industria ocupó un rol principal. Ese largo ciclo, "capitalismo de producción", terminó hacia 1975 y fue seguido por otro que, contrastando con este, se caracterizaría por el desmantelamiento de la industria nacional: el capitalismo neoliberal.

Mientras el ingreso per cápita alcanzó el 48% en el primer ciclo(1949-1974), apenas subió el 9% en el segundo (1974-1999). La diferencia se amplía si consideramos que además de cuantitativa es cualitativa. Los beneficios que la clase asalariada fue obteniendo a partir de 1949, fueron decayendo a partir de 1955 donde empieza a vislumbrarse un nuevo modelo, se deja de lado la producción nacional, para dar paso a la extranjerización de la misma. Este proceso se acentúa a partir de 1974, donde se destaca el crecimiento vertiginoso del desempleo y la pobreza, para llegar a su punto máximo en la década del 90. Hoy en día, la brecha entre la clase más rica y la más pobre es la mayor de la historia.



En el período 1949 - 1974 la industria multiplicó su valor agregado en más de tres veces y se ubicó como el motor de la economía, siendo a su vez la principal fuente de empleo y riqueza del país. La implementación del modelo neoliberal a mediados de la década del 70', produce un cambio radical. Un crecimiento de apenas el 10% en 25 años (0,4 anual) es lo que arrojan las estadísticas oficiales respecto de la industria nacional.

El avance de la industria y de las actividades productivas en general, en el primer período analizado, generó una demanda sostenida de trabajo que redujo a un mínimo las cifras de desempleo (nunca superaron el 6%). Huelga mencionar los índices de desocupación que venimos sufriendo en forma creciente desde comienzos del segundo ciclo y las consecuencias nefastas que la misma acarrea: pobreza, indigencia, desnutrición. Las consecuencias del modelo merecen un estudio más acabado, por ello más adelante intentaremos, con datos oficiales, acercarnos a la realidad de las mismas.

Hubo quienes explicaron que los costos del cambio del modelo, además de ser coyunturales ("hay que pasar el invierno"), serían superados por el mayor ingreso futuro, derivado de un ritmo superior de crecimiento económico. Cabe afirmar que a un cuarto de siglo de la implementación del segundo modelo capitalista mencionado, los sufrimientos sociales fueron ya demasiado prolongados y que nada muestra que los mismos hayan servido para la prosperidad del país, si es que humanamente se puede esperar que el fin justifique, como medio, el sacrificio de una clase que, dicho sea de paso, siempre es la misma.

Los hechos indican lo que lógicamente se podía esperar del modelo neoliberal, siendo este una de las encarnaciones más puras y desenmascaradas de la naturaleza propia del sistema capitalista.



EL AUMENTO DE LA REGRESIVIDAD EN LA DISTRIBUCIÓN DEL INGRESO VA DE LA MANO DEL PROCESO DE CONCENTRACIÓN DE LA RIQUEZA



La creciente asimetría en la distribución del ingreso es, según muestra la tendencia, una consecuencia inevitable en el sistema capitalista; por ello, su erradicación se debe buscar en la extinción de las causas que le dieron origen. Si así no se procediere, en el mejor de los casos, se aplicarán, para intentar revertirla, algunos paliativos que aliviarán por unos días la situación de unos pocos. En el peor, las medidas asistenciales provocan un doble efecto: por un lado, transforman la desesperación popular en materia prima electoral para perpetrar este estado de cosas; por otro, consolidan la depreciación del ingreso, al bajar el piso salarial.

El modelo neoliberal, en nuestro país, fue implementado por la dictadura militar. Si bien pensamos que la génesis se encuentra, en forma incipiente, en las medidas económicas tomadas a partir del año 1955, y aún antes, en virtud a la importancia que ésta cuestión supone, dejaremos para otra oportunidad el análisis que la misma amerita. Los gobiernos democráticos que se sucedieron desde 1983 a la actualidad, aplicaron distintas recetas pero un mismo modelo: el neoliberal.

Todos han hecho su aporte al empobrecimiento popular, que se refleja en un dato irrefutable. En 1974, el 10 por ciento más pobre de la población percibía un 2,3 por ciento del ingreso nacional. En el 2003, esa participación se redujo al 1,1 por ciento. El sociólogo Artemio López, calculó qué magnitudes económicas implica esa transferencia de ingresos desde la base hacia la cúpula de la pirámide socioeconómica del país. El análisis se ceñirá al denominado Gran Buenos Aires (partidos del conurbano de la Provincia de Buenos Aires). Se trata del aglomerado urbano más importante del país, que representa al 36 por ciento de la población total argentina y el 50 por ciento del ingreso total del país.

El cuadro 1 muestra cómo decayó la participación del ingreso de los más pobres en comparación con los más ricos, y la brecha de ingresos existente entre ambos en cada cambio de gobierno desde 1974. Durante la dictadura militar y el gobierno de Alfonsín, la participación de los sectores de menores ingresos se mantuvo, y el incremento de ingresos del vértice de la pirámide ocurrió a expensas de los sectores medios, con lo cual la brecha entre los dos extremos mostró un crecimiento moderado, de 12 a 15 veces. Fue durante los gobiernos de Menem donde esta brecha cobró dimensiones escandalosas. Al concluir su primera presidencia la participación de los más desfavorecidos había caído del 2,3 al 1,7 por ciento, y la brecha con los más ricos se había ampliado 22 veces. La segunda presidencia, con el equipo económico ultraliberal del CEMA, profundizó esa tendencia. El ingreso de los más pobres siguió cayendo y la brecha volvió a crecer.

Ya en el gobierno de la Alianza y de Duhalde estos males se siguieron agravando. En Mayo de 2002 la participación del decil más pobre apenas llegaba al 1,1 por ciento del ingreso y la del decil más rico había vuelto a crecer al 37,6 por ciento, con una brecha de más de 34 veces, entre ambos. Comparada con las 12 veces de diferencia en 1974, esa brecha creció nada menos que un 178 por ciento. A lo largo de un cuarto de siglo, el decil más rico es el único cuya participación creció.



Participación del ingreso de la base y cima de la pirámide. Brecha de ingresos años 1974 - 2002. Gran Buenos Aires




Año Los más pobres Primer decil Los más favorecidos Décimo decil
Brecha de ingresos
entre ambos (veces)

1974

muere Perón


2,3


28,2


12,3

1984

Termina la dictadura


2,3


34,6


15,0

1990

La hiper acaba con Alfonsín. Llegan Menem y Duhalde


2,3


35,3


15,3

1995

La reelección: Menem y Ruckauf


1,7


37,3


21,9



1999






1,5




36,1




24,1

2000

La alianza

UCR – Frepaso


1,4


36,6


26,1

2001

Duhalde


1,3


37,3


28,7

2002


1,1


37,6


34,2



Fuente: Horacio Verbitsky y Consultora Equis basándose en datos EPH onda octubre/02 y el INDEC.



Nos permitimos traer algunos pasajes de las obras que sustentan, teóricamente, lo que aquí nos atañe (el subrayado es nuestro):

“...Nuestra época, la época de la burguesía, se distingue, sin embargo, por haber simplificado las contradicciones de clase. Toda la sociedad va dividiéndose, cada vez más, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases, que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado.

La burguesía suprime cada vez más el fraccionamiento de los medios de producción, de la propiedad y de la población. Ha aglomerado la población, centralizado los medios de producción y concentrado la propiedad en manos de unos pocos. La condición esencial de la existencia y de la dominación de la clase burguesa es la acumulación de la riqueza en manos de particulares, la formación y el acrecentamiento del capital”. [2]

"La acumulación es una ley de la producción capitalista, ley que obedece a las constantes revoluciones operadas en los propios métodos de producción, la depreciación constante del capital existente que suponen la lucha general de la concurrencia y la necesidad de perfeccionar la producción y extender su escala, simplemente como medio de conservación y so pena de perecer. El mercado tiene, por tanto, que extenderse constantemente, de modo que sus conexiones y las condiciones que lo regulan van adquiriendo cada vez más la forma de una ley natural independiente de la voluntad de los productores, cada vez más incontrolable". [3]

"La característica del capitalismo "moderno" la constituyen aquellos procesos de concentración que se manifiestan, por una parte, en la "abolición de la libre competencia" mediante la formación de cartels y trusts, por otra, en una relación cada vez más estrecha entre el capital bancario y el industrial. Esta relación, precisamente, es la causa de que el capital [...] tome la forma de capital financiero, que constituye su manifestación más abstracta y suprema [...]".[4]

La brecha entre los que más ganan y los que reciben menores ingresos es la mas alta de la historia.

El proceso que se da durante el período 1999 - 2003, a diferencia de la hiperinflación del año 1989, en donde la brecha de ingresos fue coyuntural y se redujo fuertemente apenas se estabilizó la economía, obedece a factores estructurales.



¿QUÉ ENTENDEMOS POR TRABAJADOR?

Carlos Marx ha demostrado que los cambios sociales, a lo largo de la historia, han sido producidos por una clase que dirige el proceso y que siempre es la que se encuentra desposeída de los medios de producción. Últimamente, doctrinas políticas que surgen reflotando ideas viejas, han puesto en duda, no sólo la existencia de la clase trabajadora como tal, sino que, al sostener esta inexistencia, ubican como clase que debe encabezar el cambio social a diversos sujetos. Unos sostienen que son los desocupados, otros, los marginales, otros, los campesinos. Pero lo que estas teorías no ven es que cada vez hay un mayor número de trabajadores. El trabajador, el obrero, no es sólo aquel que aparece vestido de overol. El trabajador es, al decir de Engels, “la persona que consigue sus medios de subsistencia exclusivamente de la venta de su trabajo, y no del rédito de algún capital; es la persona, cuya dicha y pena, vida y muerte y toda su existencia, depende de la demanda de trabajo, es decir, de los períodos de crisis y de prosperidad de los negocios, de las fluctuaciones de una competencia desenfrenada”.[5] Son las personas que se ven obligadas a alquilar su fuerza de trabajo para conseguir, en cambio, los medios de subsistencia necesarios para vivir.

Dentro de esta clase hay diferencias económicas y sociales, no es una clase heterogénea. Pero lo que la distingue como clase es que, para subsistir, todos utilizan la misma herramienta: la fuerza de su trabajo.


DISTINTAS CAUSAS DE LA DISTRIBUCIÓN DESIGUAL DEL INGRESO:

¿Por qué se profundizó la diferencia en la última década?

1) Desocupación

Un ejército cada vez más numeroso de desocupados presiona la baja de los salarios. Los datos del INDEC, en el ámbito nacional, establecen que la desocupación en octubre de 1994 fue de 11,5%, en el mismo mes de 1995 de 16,4%, en 1996 de 16,15%, en 1997 de 13,5%, en 1998 de 11,85%, en 1999 de 13,3%, en 2000 de 14, 65%. En octubre de 1974 el desempleo era del 5,3% y, si consideramos que había 10 millones de habitantes menos, podemos ver el crecimiento del ejército de reserva en nuestro país.

La mayoría de los nuevos trabajadores es de inferior calidad que los que fueron expulsados del sistema. También debemos considerar que una enorme cantidad de trabajadores independientes se quedó afuera del sistema productivo, por la desregulación y la apertura.

La desocupación regula el salario real, los cambios en el mercado laboral condicionan el ingreso de los trabajadores.

Durante varias décadas, luego de la Segunda Guerra Mundial, el salario real exhibió una tendencia a crecer, empujado por el auge económico y la escasa oferta excedente de mano de obra. Desde entonces, y durante varias décadas, la desocupación tendió a mantenerse en valores muy bajos, en torno al 4% a 6%; ello permitió que los trabajadores tuvieran una mayor posibilidad de negociación para sostener y mejorar sus salarios. La economía cerrada, la regulación estatal y el progreso productivo, contribuyeron a fortalecer ese fenómeno.



Evolución de la ocupación en los aglomerados urbanos
PERIODO TASA DE ACTIVIDAD TASA DE EMPLEO TASA DE DESOCUPACIÓN TASA DE SUBOCUPACIÓN
Octubre de 1991

39,5


37,1


6,0


7,9
Octubre de 1993 41,0 37,1

9,3


9,3
Octubre de 1994 40,8 35,8 12,2

10,4
Octubre de 1995 41,4 34,5

16,6


12,5
Octubre de 1997 42,3 36,5 13,7

13,1
Octubre de 1998 42,1 36,9 12,4 13,6
Octubre de 2001 42,2

34,5
18,3

10,7
Octubre de 2002 42,9 35,3 17,8 13,8

Fuente: Indec



*Variación de la tasa de ocupación-desocupación



a-Plan Jefes y Jefas y Empleo formal e informal.



Según difundió el INDEC en un desagregado de la Encuesta Permanente de Hogares que se realizó en Octubre del año 2002 en la Argentina, la mitad de los asalariados gana menos de 400 pesos por mes. Este dinero apenas alcanza para cubrir el 55% del costo de la canasta básica para una familia tipo. Los datos oficiales indican que junto con este bajo nivel de ingresos, aumenta el trabajo en negro, que alcanzó un nuevo récord: el 44% de las personas ocupadas no tienen aportes previsionales ni cargas sociales.

Si bien el nivel de ingresos se mantiene estable respecto de la medición de Octubre del año 2001, tras la devaluación y la inflación del 41% anual, esos 400 pesos se licuaron. En Octubre del 2001, la canasta básica rondaba los 500 pesos. Una familia tipo necesitaba, para adquirir esa misma canasta, 726 pesos.

A fines del 2002, el gobierno salió a anunciar que la desocupación había caído del 21,5% de mayo al 17,8%. Pero aquella vez, el mismo INDEC se ocupó de informar que, sin la existencia del Plan Jefas y Jefes de Hogar, el desempleo hubiera llegado a 21,7%, en una medición conservadora. El tema es que en los cómputos oficiales, los beneficiarios de los planes aparecen como ocupados, aunque trabajen apenas unas horas por semana. El plan Jefas y Jefes de Hogar contaba con 2 millones de beneficiarios que, mensualmente, recibían 150 pesos.

El INDEC apunta a los planes sociales como la principal causa de que subiera el empleo en negro y se licuaran los ingresos. Como los beneficiarios de estos planes no tienen cobertura social ni previsional, se computan como asalariados en negro.

Pero aunque produjeron una baja estadística del desempleo, lo que los subsidios no consiguieron, ni siquiera en los papeles, fue bajar la pobreza, que en el área de Capital y Gran Buenos Aires trepó al 54,3%, mientras la indigencia aumentó hasta el 24,7%.

Según el INDEC, “de los 2 millones de beneficiarios de este programa, sólo 798.000 personas cumplen alguna contraprestación laboral a cambio de los 150 pesos”[6].

Los ingresos de los asalariados se achicaron dos veces y medio más que lo que se redujo la actividad económica. Mientras en el 2002 el PBI caería el 11%, la masa salarial real disminuiría un 30%.

Así, la distribución del ingreso se hizo mucho más regresiva porque, si bien se achicó la "torta" afectando a todo el país, la porción que le corresponde a los trabajadores se redujo aún más.[7]



b-Debemos aclarar algunos conceptos y definiciones básicas para comprender los datos que nos brinda el INDEC:



Población económicamente activa: personas que tienen una ocupación o que sin tenerla la buscan activamente, o sea, la población ocupada más la población desocupada. Población ocupada: personas que tienen por lo menos una ocupación, es decir que en la semana de referencia ha trabajado como mínimo una hora en forma remunerada, o 15 horas sin remuneración en una actividad económica. Población desocupada: personas, que no teniendo ocupación, están buscando activamente trabajo. Esto corresponde a la desocupación abierta, por lo que no incluye otras formas de precariedad, tales como personas que realizan trabajos transitorios mientras buscan activamente una ocupación efectiva, o aquellas que trabajan jornadas involuntariamente por debajo de lo normal, los desocupados que han suspendido la búsqueda por falta de oportunidades visibles de empleo, los ocupados en puestos por debajo de la remuneración mínima o en puestos por debajo de su calificación, etc. Población subocupada visible: ocupados que trabajan menos de 35 horas semanales por causas involuntarias y están dispuestos a trabajar más horas. Población subocupada demandante: población subocupada (por causas involuntarias y dispuestos a trabajar más horas) que además busca activamente otra ocupación. Población subocupada demandante: población subocupada (por causas involuntarias y dispuestos a trabajar más horas) que no está en la búsqueda activa de otra ocupación. Población inactiva: no tiene trabajo ni lo busca activamente.

Cálculo de tasas: Tasa de actividad: calculada como porcentaje entre la población económicamente activa y la población total. Tasa de empleo: calculada como porcentaje entre la población ocupada y la población total. Tasa de desocupación: calculada como porcentaje entre la población desocupada y la económicamente activa. Tasa de subocupación horaria: calculada como porcentaje entre la población subocupada y la económicamente activa. Tasa de subocupación demandante: calculada como porcentaje entre la población de subocupados demandantes y la población económicamente activa. Tasa de subocupación no demandante: calculada como porcentaje entre la población de subocupados demandantes y la población económicamente activa.



Desocupados y subocupados en Argentina 1974-1991 (Onda mes de mayo).



Año Pob.Total P.E.A. Desocup Subocup. Total



1974 25.241.297 40,6 5,0 5,4 10,4

1975 25.695.640 40,0 3,5 5,3 8,8

1976 26.157.162 39,9 5,2 5,3 10,5

1977 26.629.009 38,8 3,9 4,1 8,0

1978 27.108.131 38,8 4,2 5,5 9,7

1979 27.596.281 38,2 2,6 3,9 6,5

1980 29.949.480 38,3 2,6 4,5 7,1

1981 28.340.773 38,5 4,2 5,0 9,2

1982 28.737.544 38,2 6,0 6,7 12,7

1983 29.139.869 37,4 5,5 5,9 11,4

1984 29.547.827 37,8 4,7 5,4 10,1

1985 29.961.497 37,9 6,3 7,5 13,8

1986 30.380.958 38,6 5,9 7,7 13,6

1987 30.806.291 39,5 6,0 8,2 14,2

1988 31.237.579 38,7 6,5 8,9 15,4

1989 31.674.905 40,2 8,1 8,6 16,7

1990 32.118.354 39,1 8,6 9,3 17,9

1991 32.608.687 39,5 6,9 8,6 15,5



Las mediciones de mayo de 1996 demuestran que el problema se mantiene. Del total de 28 conglomerados urbanos medidos, la desocupación alcanza el 17,1% y la subocupación un 12,6%, lo que hace un total del 29,7% con serios problemas laborales. La tasa de desempleo supera el 20% en varios centros urbanos importantes. Así por ejemplo: Santa Fe - Sto.Tomé (21,2%), Bahía Blanca (20,5%), partidos del conurbano (20,4%) y Mar del Plata-Batán (20,1%).[8]

A partir de 1993 ha crecido el porcentaje de personas por debajo de la línea de pobreza, elevándose el promedio anual, del total aglomerado del Gran Buenos Aires, de un 17,3%, en 1993, a un 23,6%, en 1995.



c-Porcentaje de la población por debajo de la línea de pobreza[9]



············Total aglomerado Gran Buenos Aires

············Año·················Promedio Anual

············1993····················17,3

············1994····················17,5

···········1995····················23,6



2)Destrucción del sistema laboral



Para finalizar con este proceso, que hoy en día se sigue profundizando, debemos mencionar la promulgación de la ley 25.250 (Reforma Legislación Laboral) que fue fuertemente cuestionada por varios aspectos. Durante el año 1999 el gobierno cambió de manos, pero no de políticas. Menem, y el partido justicialista, le dieron paso a De La Rúa y su gobierno de Alianza (UCR-FrePaSo). El FMI presionó para que se sancione la ley de reforma laboral, cosa que el gobierno cumplió obedientemente.

Los sindicatos, durante este proceso, dejan de ser funcionales al gobierno, no porque defiendan a los trabajadores, sino porque se les sacaba la “caja chica” que manejan los gremialistas. La CGT, después de 30 años, se desprende en tres centrales: la CGT oficial, que seguía trabajando en función del gobierno; la CGT rebelde (Movimiento de Trabajadores Argentinos), que contaba entre sus filas a los transportistas, fundamentales para la realización de huelgas; y la CTA (Central de Trabajadores Argentina) formada principalmente por los estatales de ATE y los educadores de CETERA.

La promulgación de esta ley produjo, entre otras cosa, la renuncia del vicepresidente, y presidente del Senado, Carlos Álvarez. También mostró a la sociedad la verdadera cara de la Alianza, la cual había asumido hacía tres meses con un discurso progresista.

También debemos mencionar la ley de Flexibilización Laboral (Ley 24.465) que introduce una nueva modalidad del contrato de trabajo, la modalidad especial de fomento del empleo (art.3), avanzando aún más sobre la desprotección de la L.24.013.

Todo esto no hubiera sido posible sin una dirigencia gremialista colaboracionista y entregadora. La vieja práctica sindical, según la cual era posible garantizar buenas condiciones de existencia a los obreros en los marcos del sistema capitalista, ya que éste se transformaba gradualmente, se halla en total bancarrota. Los cambios del sistema capitalista son cada vez más profundos y virulentos. Hoy, muchos de esos dirigentes se vuelven a camuflar, una vez más, dentro de nuevos proyectos políticos, pero siempre del mismo lado: contra los trabajadores.


a-Las Relaciones Laborales Individuales



Durante fines de 1991, en el gobierno de Carlos Menem, se inicia un ciclo en el cual se profundiza el desmantelamiento del Estado empresario. Las empresas estatales, en especial las de servicios públicos, comienzan a pasar a manos privadas, principalmente a manos del capital europeo. La precarización en los derechos de los trabajadores se encuentran directamente relacionada con este proceso de desmantelamiento.

La privatización de las empresas provocó una fuerte oleada de despidos; por otro lado, los asalariados seguían perdiendo poder adquisitivo, como lo demuestra el relevamiento del INDEC:[10]



Variación del salario real 1975/1993 Índice 1975=100



············Año·················Salario



············1975················100,0

············1976················ 66,4

············1977················ 51,3

············1978················ 53,9

············1979················ 57,7

············1980················ 66,3

············1981················ 61,9

············1982················ 53,6

············1983················ 63,6

············1984················ 76,5

············1985················ 68,8

············1986················ 64,1

············1987················ 58,7

············1988················ 59,6

············1989················ 54,5

············1990················ 49,3

············1991·················46,8

············1992················ 48,7

············1993················ 49,1



Dentro de este contexto se sancionan la Ley 24.013 (Ley de Empleo) y la Ley 24.028 (Ley de Accidentes de Trabajo). Las dos leyes fueron publicitadas como benefactoras para los trabajadores, y contaron, en el caso de la Ley de Empleo, con el apoyo de la CGT.



3)Cambio en el perfil productivo: de la Industria al Servicio.



El cambio del perfil productivo fue otra de las razones que contribuyó a una caída generalizada de salarios.

Hasta hace diez años la industria era el principal empleador nacional. Los salarios del sector industrial eran más altos porque remuneraban mano de obra calificada. Los que perdieron sus puestos en la industria se ocuparon mayoritariamente en el sector servicios, que paga sueldos más bajos.

Cantidad de empleados por sector de actividad Económica, agosto de 2002:



1. Servicios comunales, sociales y personales 1.508.832

2. Industria manufactureras 736.814

3. Comercio, Restaurantes y hoteles 653.978

4. Establ. Financ., seguros, inmobiliarios 461.744

5. Transporte, almacenamiento, comunicaciones 295.942

6. Agricultura, Caza, selvicultura y pesca 231.308

7. Construcción 123.128

8. Actividades no bien especificadas 112.146

9. Electricidad, gas y agua 55.025

10. Explotación de minas y canteras 20.361

Total 4.199.278

Fuente: Inarss, Serie de Estudios Especiales, noviembre de 2002



A enero del año 2003 la industria creció entre el 10 y 12% respecto a enero de 2002, que fue el peor de la década. Está al mismo nivel que 1999 y subió más, impulsada por la sustitución de importaciones que por la exportación.

Esta recuperación fue generada por las exportaciones, la sustitución de importaciones y un tenue crecimiento del mercado interno, que sube al compás del turismo.

La recuperación, sin embargo, no llega a los niveles del 97/98, cuando comenzó la recesión. Apenas supera el índice de enero de 99 (92,0), cuando la devaluación en Brasil marcó una fuerte desaceleración de la producción argentina.

Las importaciones cayeron 60% y las ventas al exterior repuntarán este año 10%.

El repunte de la producción industrial es consecuencia de dos procesos muy marcados, originados en el dólar caro: una mayor competitividad de los exportadores y la desaparición de mucha mercancía extranjera, lo que desencadenó un acelerado proceso de sustitución de importaciones. En la Secretaría de Industria identifican claramente a los sectores que hoy disfrutan del repunte. Son aquellos que, o bien antes de la devaluación sucumbían frente a mercadería importada o bien son proveedores de los complejos exportadores. Los rubros más activos serían: la industria metalmecánica, la petroquímica, la química básica, los complejos aceitero y molinero, las industrias de vidrio y el plástico, la producción de aluminio, la industria textil y la del calzado, entre otros.[11]

La economía argentina se achicó 11,1% durante el año 2002, tras la devaluación del peso, según informó el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC). En diciembre del mismo año, el Estimador Mensual de Actividad Económica que elabora el INDEC mostró una baja del 0,3% respecto de diciembre de 2001 y cayó 0,2% con relación a noviembre.

El subdirector de Cuentas Nacionales del INDEC, Federico Dorín, afirmó que la caída del 0,3% que se registró en diciembre coincide "con la baja que se produjo en la actividad manufacturera".



Cuadro de texto:

CONCLUSIÓN



“La distribución es la forma en la que el producto social global se reparte entre los diferentes miembros de la sociedad.

Del conjunto de bienes producidos por una sociedad capitalista, los capitalistas y terratenientes reciben una parte más grande que los obreros y empleados. Aquellos constituyen un pequeño grupo de individuos dentro de la sociedad: ¿ por qué entonces reciben una parte tan grande del producto social cuando son justamente ellos los que menos trabajan?, ¿se debe a que los capitalistas y terratenientes son más inteligentes, mejor dotados que los trabajadores?”.[12]

Carlos Marx nos ha demostrado que la distribución desigual depende fundamentalmente de la propiedad o no- propiedad que gozan los individuos de los medios de producción. Como los capitalistas son los propietarios de los medios de producción, pueden ellos apropiarse de la mayor parte de la producción. La lucha de los trabajadores por mejoras salariales significa un reclamo por una mejor distribución del producto social. Pero mientras la propiedad de los medios de producción esté en manos de un pequeño grupo de la sociedad, éste se opondrá a una distribución más justa, para hacer, en el mejor de los casos, pequeñas concesiones para calmar el reclamo de los trabajadores. Por lo tanto, una distribución del producto social depende de una previa distribución de los medios de producción. La historia nos ha demostrado, en reiteradas ocasiones, que esta distribución de los medios de producción sólo se puede dar a través de cambios sociales radicales, que pongan “patas para arriba” al sistema predominante.

Por otro lado queríamos hacer una mención a la situación internacional que estamos atravesando, partiendo de la siguiente afirmación: “para el sistema Capitalista es tan natural y legítimo hacer la guerra como la explotación de los trabajadores”. Las consecuencias de estas variantes del capitalismo seguirán siendo soportadas por la clase trabajadora. En el primero de los casos, no sólo por aquellos obreros que residen en el país vencido, sino por la totalidad de la clase trabajadora mundial, que en la actualidad se encuentra sometida directa o indirectamente al yugo del Imperialismo. Quizás lo dicho pueda traducirse, con ayuda de la aculturación que también el Imperialismo nos inculca, en una frase menos hiriente y por ello menos formadora de conciencia: “el fenómeno de la globalización hace que los sucesos ocurridos en un país, llámese crisis, influyan negativamente en cualquiera otra nación ubicada al otro lado del mundo”. Esto no sólo se da gracias a que los medios de comunicación reproducen las crisis en cualquier parte del mundo, sino fundamentalmente porque, por ejemplo, el Capitalismo que entra en crisis en los “Gigantes Asiáticos” (1990) es el mismo que luego colapsa en Méjico (1996), o más tarde en la Argentina (2001).

En nuestro país, como en todos los demás regidos por el sistema capitalista de producción, existe la división de la población en clases. La clase trabajadora o la no-propietaria de los medios de producción, tendrá que soportar una vez más, como lo decíamos anteriormente, las consecuencias económicas que se deriven de la invasión a Irak.

Estados Unidos ha gastado varios millones de dólares en esta "campaña por la libertad de Irak". Es lógico, entonces, pensar que, si durante los períodos de paz, Estados Unidos y los organismos de créditos internacionales se han encargado de presionar para que los gobiernos de los países deudores cumplan “honrando” la obligación contraída, lo harán más en la actualidad; teniendo en cuenta que Estados Unidos tuvo que librar una guerra para que su economía no se desmorone. En consecuencia, los países periféricos, como el nuestro, tendrán que soportar nuevamente dicha presión que se trasladará una vez más en forma de ajuste y represión hacia el pueblo.

Cuando esta clase tome conciencia de su condición, descubrirá a su enemigo, lo interiorizará como enemigo de clase y nada más bastará que se organice, para pasar a cumplir la tarea que el proceso histórico le tiene encomendada.

Cuando Federico Engels se preguntaba cómo debía ser la construcción de ese nuevo orden social sostenía que: ”Ante todo, la administración de la industria y de todas las ramas de la producción en general dejará de pertenecer a unos u otros individuos en competencia. En lugar de esto, las ramas de la producción pasarán a manos de toda la sociedad, es decir, serán administradas en beneficio de toda la sociedad, con arreglo a un plan general y con la participación de todos los miembros de la sociedad. Por tanto, el nuevo orden social suprimirá la competencia y la sustituirá con la asociación. En vista de que la dirección de la industria, al hallarse en manos de particulares, implica necesariamente la existencia de la propiedad privada y por cuanto la competencia no es otra cosa que ese modo de dirigir la industria, en el que la gobiernan propietarios privados, la propiedad privada va unida inseparablemente a la dirección individual de la industria y a la competencia. Así, la propiedad privada debe también ser suprimida y ocuparán su lugar el usufructo colectivo de todos los instrumentos de producción y el reparto de los productos de común acuerdo, lo que se llama la comunidad de bienes. La supresión de la propiedad privada es incluso la expresión más breve y más característica de esta transformación de todo el régimen social, que se ha hecho posible merced al progreso de la industria”.[13]

Es momento de pensar, con el conocimiento que la experiencia nos da, si nos merecemos que los que detentan el poder sigan experimentando, a costa de nuestras propias vidas y de las generaciones venideras, nuevas variantes o modelos de un mismo sistema cuyo objetivo único es enriquecer al capitalista a cualquier costo.



[1] Marx, Carlos. Prologo de la contribución a la crítica de la economía política, en la colección: V. I. Lenin, Marx, Engels y Marxismo.Ed.iciones en Lenguas extranjeras, Pekín, 1980, pág. 517.



[2] Marx, Carlos – Engels, Federíco, Manifiesto del Partido Comunista, Ed. Anteo, Bs. As. 1956, pág. 11.

[3] Marx, Carlos, El Capital T. III, Ed. Cartago, 1980, pag. 231

[4] Hilferding, Rudolf. El Capital Financiero, Ed. Tecnos, 1985, España, pág. 3.

[5] Engels , Federico, Principios del Comunismo, en la colección: V. I. Lenin, Marx, Engels y Marxismo.Ed.iciones en Lenguas xtranjeras,

ekín, 1980, pág. 82.

[6] Diario Clarín, 21 de febrero de 3003.

[7] Diario Clarín, 13 de febrero de 2002.

[8] Los informes del INDEC pertenecen a la página electrónica del Instituto: www.indec.com.ar



[9] Los informes del INDEC pertenecen a la página electrónica del Instituto: www.indec.com.ar



[10] Los informes del INDEC pertenecen a la página electrónica del Instituto: www.indec.com.ar

[11] Diario Clarín, 18 de febrero de 2002.

[12] Harnecker, Marta, Los conceptos elementales del materialismo histórico, Ed. Siglo XXI, 6ta. edición, pág. 75.

[13] Engels , Federico, Principios del Comunismo, en la colección: V. I. Lenin, Marx, Engels y Marxismo.Ed.iciones en Lenguas extranjeras, Pekín, 1980, págs. 89/90.

miércoles, 31 de julio de 2002

BREVE RADIOGRAFÍA DE UNA TORMENTA SIN FIN

La crítica situación económico-política de la región, ya no es sólo Argentina, merece una reflexión afirmándose en ciertos principios. El incendio iniciado en nuestro país a partir del 19 de diciembre de 2001 se propagó. Para los que venimos pregonando una crisis mundial del capitalismo desde, el hoy "olvidado" "efecto tequila" en México -1994-, no nos sorprende que Uruguay, y cada vez con mayor aceleración Brasil, considerada la 9º potencia económica del planeta, estén recorriendo el mismo derrotero que Argentina, Paraguay, Chile y Perú - país éste, que debió retroceder en sus privatizaciones- también estén salpicados por el fango capitalista. Esta actualidad viene a desenmascarar los fútiles argumentos, que se blandieron en la zona, EUA y Europa en el que se culpaba a los "argentinos", y la "corrupción" de la catástrofe que se inició a principios de diciembre del año pasado a partir del "corralito" cavallista.

Ante la desaceleración progresiva de la economía capitalista-imperialista mundial, que comenzó con la crisis "petrolera" de 1973, el sistema recurrentemente ha tenido serias dificultades para reproducirse y seguir acumulando. Esto se vió disimulado por una serie de triunfos políticos-ideológicos que permitieron a la burguesía "echar mano" a recursos tales como, las "privatizaciones", el recorte de gastos sociales -salarios indirectos- que significaron la liquidación del Estado de Bienestar de la segunda posguerra, que a su vez sirvió para frenar el avance revolucionario de la clase trabajadora a nivel mundial. Como punto cúlmine, de la confusión en que se vieron sumidos los asalariados, debemos señalar la "Caída del Muro de Berlín" en 1989, que hizo extender el "acta de defunción del comunismo"-ergo: a la opción de liquidar al capitalismo de la única manera posible: la Revolución socialista encaminada al comunismo-.

Cuando el "Fin de la Historia" llegó y con él la "eternidad" capitalista, rápidamente se comenzaron a manifestar los primeros síntomas de la exclusión proverbial del sistema vencedor. Cuatro años después del episodio mexicano, que pudo ser salvado con el "salvataje" estadounidense, previo embargo de la producción petrolera y luego de los fuertes remezones en Ecuador, en la zona de los "Tigres asiáticos, Rusia y Brasil, la crisis recesiva se instaló en Argentina. Pero esta vez algo había cambiado en el mundo unipolar y capitalista, por cierto nadie acudió en "ayuda" del nuevo caído y llevamos casi un lustro sumidos en la miseria jamás vista en uno de los lugares naturalmente más rico de la Tierra; siendo que la economía argentina no es tan voluminosa, cabe preguntarse por qué no se operó como tanta otras veces en el pasado cercano y en diversas partes del mundo, la respuesta hay que buscarla en la realidad presente -que como tal ya no se puede discutir ni ocultar- la crísis es mundial y llegó al corazón y cerebro capitalista: Estados Unidos de América.

Desde hace algo más de un mes la catarata de "malas nuevas" en el coloso del Norte es indetenible. Así como en la anterior crisis de sobreproducción capitalista en 1929 que se conoció como el "crac de la Bolsa" esta vez, una situación similar dentro del Ciclo económico capitalista ha sido bautizada como: los "Fraudes contables". Como aquella vez la punta del iceberg aparece en la Bolsa de Nueva York, el centro comercial y financiero mundial, hoy mucho mayor que hace 73 años. Supuestamente la caída de los Valores se deben al falseamiento en la "contabilidad" de ciertas empresas. El objetivo del mismo sería ocultar pérdidas para seguir operando "normalmente" y acumular ganancias como si las mismas provinieran de la "producción", como cualquier emprendimiento capitalista, estafando al inversionista de la Bolsa y el cúmulo de "ilegalidades" en desmedro del Estado. Los errores pueden ocurrir por ineptitud o intencionalmente, lo que comúnmente se llama "mala fe". Tratándose de casos aislados o de poca importancia puede ser cualquiera de los dos motivos antedichos pero cuando es generalizado, y cada vez más, en grandes empresas la causa es otra: crisis de sobreproducción, la mercancía capitalista no se realiza y por lo tanto, más allá de la "cortina de humo" de las especulaciones financieras, el sistema no se reproduce, entra en crisis, se deprime y comienza a crujir de tal manera que está preparado para derrumbarse.

La secuela más palpable de esta catástrofe es la miseria y exclusión generalizada, que ya no es sólo patrimonio de los países "no desarrollados" alejados del "Primer mundo", prueba de ello es el Muro de contención a la inmigración que se está implementando en los países más poderosos del mundo, con legislación aprobada como en Italia. Algunos datos objetivos de la "Depresión" lo brinda la BBC -británica-: la economía estadounidense creció en el último trimestre entre el 1,1% y el 3% / 3,5%, había anunciado Paul O´Neill; el Departamento de Comercio reconoce que la recesión del 2001 ha sido más larga y profunda que la prevista, cuando aún no se hablaba de "maniobras dolosas contables". Algunas de la empresas que reconocen falseamiento en sus balances son: la más grande automotriz del mundo, General Motors; el gigante energético Enrón (por el cual los colosos de las finanzas -Citigroup y JP Morgan- vieron caer sus acciones un 20%) que presento quiebra lo que significo entre otras cosas 17.000 asalariados a la calle; Xerox admite haber hecho "mal las cuentas"; también la prestigiosa Consultora Andersen destruyó documentación de fraudes contables; Bush y Cheney están acusados de la misma maniobra en sus Empresas en los '80 y '90; la 6º empresa de TV por cable -Adelphia- está en bancarrota y su ex presidente y fundador, junto a dos familiares, han sido arrestados al igual que otros dos ejecutivos de la misma. Las Bolsas europeas han empezado a evidenciar los mismos síntomas que la estadounidense, y las principales empresas de automotores (VW), bancos (BBV, BNL), servicios (Telefónica de España, Telekom de Alemania) entre otras están reconociendo pérdidas y retrocesos.

El calamitoso estado económico financiero expuesto estos días en Brasil y Uruguay, que junto a la Argentina y Nigeria encabezan el listado de los países no recomendados para invertir, hace prever un inminente quiebre generalizado del capitalismo a escala planetaria. La economía se soluciona con la política y viceversa; ante un colapso los más poderosos ,que no son tantos, se pondrán a salvo en lugares relativamente seguros, los que sufren y lo harán en mayor medida, serán los trabajadores -ocupados y excluidos-como así también sectores de la pequeñaburguesía que hace rato se encuentran inermes ante la crisis. Por lo tanto los más numerosos y decididos deberán asumir el control de la sociedad y hacer todo lo contrario de lo que se ha venido implementando, esos no son otros que los asalariados, en alianza con el resto de las capas populares. Sólo falta, nada más y nada menos, que claridad ideológica para implementar la política adecuada; además ante el vacío de "representatividad", a esta altura innegable, fundar la herramienta para tomar el Poder. No hay que olvidarse que a la burguesía le resta jugar la carta más pesada y costosa: la guerra. Los aprestos de EUA contra Irak, y el incidente que todavía no cesó, más bien todo contrario, entre España y Marruecos así lo evidencian, hay que estar atentos -la Guerra
trae Revolución-.